lunes, 1 de diciembre de 2014

Medianoche En París


ESPIRALES ELÍPTICAS
             Medianoche en París
                                                               Francisco Chaves Guzmán

            Algunas veces, no me cabe duda, también es bueno ir al cine con el ánimo dispuesto, simplemente, a pasar un buen rato. Lejos de los grandes temas filosóficos y sociales, que no debemos dar por superados pero sí momentáneamente aparcados. Para conseguirlo es preciso encontrar una película inteligente, bien diseñada, que nos ofrezca grandes placeres estéticos y que nos trate como a personas con la cabeza bien amueblada y no como consumidores de bazofia.

 
            Un ejemplo actual de tal tipo de cine lo encontramos en la ingeniosa “Midnight In Paris” (los distribuidores españoles decidieron respetar el título original), con la que el brillante Woody Allen retoma la senda de su cine más divertido e inteligente, proponiendo un viaje en el tiempo a los felices años veinte y, desde allí, en un doble bucle, una visita a la bohemia de los últimos románticos.
            Y así, tomando unos tragos por los tugurios de Montmartre y del Quartier Latin en noches frenéticas y delirantes, cruzar unas palabras con los grandes escritores de la época, comprender las visiones multiformes de las vanguardias, incluso observar la danza de algún torero hispano, pues allí estaban todos los que tenían algo que decir, en una república de las artes donde a nadie se le pedía su pasaporte ni el certificado de buenos modales.
            Y es de esta forma, a través de una comedia vertiginosa, que Woody Allen compara el París actual, abarrotado de turistas uniformados, con el de entonces, ocupado por artistas en trance y de donde los turistas puritanos huirían aterrorizados. Woody Allen muestra toda la nostalgia que siente por un tiempo definitivamente desaparecido. Pues ya se sabe que sí es posible sentir nostalgia por momentos y situaciones que nunca se han vivido.
            “Midnight In Paris” es una obra para los sentidos. La música, el jazz, inunda toda película. La fotografía de un París decadente llena el espíritu de belleza. Yo diría que se pueden oler las calles tras la lluvia y el humo de los cigarros, que la absenta quema las gargantas, que el espectador es capaz de sentir bajo sus dedos la textura de muebles y vestidos. Y que merece la pena aunque sólo sea por oír las palabras de aquellos creadores que cambiaron el arte y la literatura.

Publicado en Diario Lanza, de Ciudad Real, el 1 de Diciembre de 2014.

lunes, 17 de noviembre de 2014

El Fantasma De La Libertad


ESPIRALES ELÍPTICAS
        El Fantasma De La Libertad
                                             Francisco Chaves Guzmán

            Cuando una película comienza en medio de un levantamiento popular contra el opresor y ese levantamiento se hace al grito de “¡Vivan las Cadenas!” el espectador ya sabe que la película no es un pasatiempo y que su director no es trigo limpio. Porque saltarse la corrección narrativa y la corrección política tiene que ser obra de un ser malvado, dispuesto a todo para mostrarnos aquello que no deseamos ver.

 
            Si la acción de la película continúa en un apacible jardín en el que un depravado ofrece caramelos a las niñas y les enseña ciertas fotografías que escandalizan a sus niñeras, instantáneas turísticas de arquitectura civil y religiosa, y las niñeras son despedidas por no haber sabido velar por la inocencia de las pequeñas, podemos estar absolutamente seguros de que el director es un dragón que echa fuego por la boca, o por los fotogramas.
            El director fue Luis Buñuel. Y la película “El Fantasma De La Libertad”, digna hermana gemela de otras dos obras maestras de Buñuel, “La Vía Láctea” y “El Discreto Encanto de la Burguesía”, con las que comparte su espíritu iconoclasta y surrealista. Iconoclasta por su espíritu destructivo y surrealista porque presenta temas oníricos de límites difusos. Lo cual es una ventaja para los que no quieren enterarse de nada, pues les permite zanjar su disgusto con un “yo no comprendo estas tonterías”. Otra mentira con la que intentan evitar llamar en su ayuda a la santa inquisición con el ya mencionado grito de “¡Vivan las Cadenas!”.
            Y conste que la película es tremendamente divertida, con una sucesión de situaciones jocosas y una retahíla de personajes grotescos que son capaces de desprestigiar a las instituciones que representan. La educación, la familia, la religión, la justicia, la policía, incluso la medicina y la universidad, son objeto de la parodia sistemática de un Buñuel desatado que no deja piedra sobre piedra, a lo que contribuye de manera decisiva la extraña forma con que se engarzan las secuencias y la displicencia de todos sus personajes.
            De lejos es sabido que, cuando la seguridad prima sobre la libertad, cerca se está de no tener ni la una ni la otra. Es entonces cuando la libertad se convierte en el fantasma del que todos hablan pero nadie ha visto, en una entelequia falta de significado, en una ficción esotérica, en la mentira que adormece, en una filigrana en el vacío.

Publicado en Diario Lanza, de Ciudad Real, el 17 de Noviembre de 2014.

lunes, 3 de noviembre de 2014

El Bosque Del Lobo


ESPIRALES ELÍPTICAS
             El Bosque Del Lobo
                                          Francisco Chaves Guzmán

            Es muy comprensible que una comunidad se una para librarse del monstruo que acecha y que tal acción sirva para reforzar la cohesión de los individuos que la forman. Lo que plantea serias dudas morales radica en la fabricación del monstruo por ese grupo social con el fin de tener asegurado el momento catártico de su persecución. Mayores dudas aún ofrece el hecho de que se escoja a un niño para prepararlo desde su infancia en ese papel, un niño que se convence a sí mismo de su condición de malvado. Cuando el colmo de la maldad estriba en que familiares, amigos, vecinos y autoridades hayan trabajado al unísono para tener disponible al chivo expiatorio en el momento adecuado.
 

 

            Esta es la historia que en 1970 cuenta Pedro Olea en su película “El Bosque Del Lobo”, que consiguió despistar de forma milagrosa a la censura de la época con la ayuda de un guión perfectamente estructurado y de unas interpretaciones geniales. Una de ellas, la de José Luis López Vázquez, a quien por entonces se comenzaba a dar los papeles acordes con su talento que antes le había negado la industria cinematográfica.
            En “El Bosque Del Lobo” aparece un pueblo lleno de supersticiones, de odios, analfabeto y cruel, dispuesto a cualquier cosa por salvar sus tradiciones, entre las que está, naturalmente, la de tener un hombre lobo que los asuste sin pausa y que pueda ser ajusticiado en el momento oportuno. Y el pobre hombre lobo, interpretado por López Vázquez, que desde niño padece ataques epilépticos, comienza a creer las cosas terribles que de él se dicen, hasta convertirse en un desequilibrado capaz de los crímenes más absurdos y horrorosos que puedan imaginarse. Entonces la furia del pueblo se desata.
            Se dice que el mismísimo Carrero Blanco quiso prohibir la película una vez estrenada y que proyectó su ira contra los censores que no habían sabido ver los corolarios sociológicos y antropológicos. Y que no lo hizo, persuadido por sus consejeros, para evitar darle trascendencia y publicidad.
            Por mi parte, debo confesar que, cada vez que veo en los telediarios la venganza rugiente, el odio desmedido, la animalidad vocinglera, recuerdo la persecución del hombre lobo por aquella turba crédula y feroz.

Publicado en Diario Lanza, de Ciudad Real, el 3 de Noviembre de 2014

lunes, 20 de octubre de 2014

Danzad, Danzad, Malditos


ESPIRALES ELÍPTICAS
         Danzad, Danzad, Malditos
                                           Francisco Chaves Guzmán

            La pareja de baile que más resista sobre la pista ganará un premio en metálico, por lo que varios cientos de menesterosos acuden allí con la esperanza, al menos, de comer gratis, mientras miles de espectadores abarrotan las gradas para disfrutar del espectáculo. Del sufrimiento como espectáculo. Este es el telón de fondo de la película “Danzad, Danzad, Malditos”, que Sydney Pollak rodó en 1969.
 

 

            El título original era “¿Acaso No Matan A Los Caballos?”, el mismo que el de la novela de Horace McCoy en que está basada, haciendo referencia a que un tiro de gracia era un favor que bien podía dispensarse a los participantes según caían eliminados. Eso, al menos, es lo que pensaban los promotores del maratón de baile y muchos de los satisfechos espectadores cada vez que uno de los danzarines se derrumbaba entre sollozos después de varios días de vueltas y más vueltas al son que marcaba la música.
            Derrengados, asfixiados, acalambrados, los competidores se arrastraban bajo la mirada implacable y cruel del público devorador de hamburguesas y zarzaparrilla que aullaba e insultaba, deseoso de asistir al último suspiro de cualquiera de ellos. Porque esos muchachos y muchachas, que daban vueltas y más vueltas, soñaban con un improbable premio que les concediese un aplazamiento en su pavorosa caída. Y para ello estaban dispuestos a afrontar calamidades tan grandes como las que ya soportaban.
            ¿Verdad que no entran ganas de ver la película ni de leer la novela? Pues se equivocan, porque es preciso aprender a vomitar. Aprender a levantarse airado, aprender a gritar, aprender a tomar decisiones. Porque la decisión mayor estriba en la alternativa entre tomar decisiones o dar vueltas y más vueltas para solaz de los espectadores. Sin olvidar que la estructura formal de la película es verdaderamente admirable, tanto por su ritmo como por su puesta en escena.
            Y porque un mundo en el que la libertad está siendo sustituida por un sucedáneo con lucecitas multicolores necesita de un escalofrío que nos haga reaccionar y ser capaces de dilucidar quién está interesado en darnos gato por liebre, qué métodos emplea para conseguirlo y cuáles son las salidas que nos quedan.

Publicado en Diario Lanza, de Ciudad Real, el 20 de Octubre de 2014

lunes, 6 de octubre de 2014

Cartas Parisinas


ESPIRALES ELÍPTICAS
                   Cartas Parisinas
                                                                   Francisco Chaves Guzmán

            “Cartas Parisinas” es una recopilación de artículos periodísticos publicados en un Diario francés de provincias entre los años 1895 y 1904, es decir, hace más de un siglo. Cabría preguntarse qué valor puede tener para el lector actual el repaso de estas crónicas, cuando para la mayoría el conocimiento de los hechos sometidos a análisis es meramente nulo o, a lo sumo, noticias de cuyo recuerdo sólo queda una ligera neblina. Pero, muy al contrario de lo que pudiera pensarse, la lejanía nos procura no sólo una perspectiva de su conjunto, sino también una distancia que permite analizarlos desde la reflexión, fuera del fragor de la batalla ideológica del momento.
 
 

             Es bien sabido que su autor, Marcel Schwob, fue un reconocido literato y filólogo, de una prosa candente, alejado tanto de los tristes académicos como de los atrevidos innovadores, de cuya pluma salieron relatos tan deslumbrantes como los de “El Rey De La Máscara De Oro” o  novelas tan sublimes como “La Cruzada De Los Niños”, de la que ya se dio noticia en estas Espirales Elípticas.
               Pero Marcel Schwob fue también un periodista de olfato muy afilado, capaz de bucear en los entresijos de la realidad, sin conformarse jamás con lo evidente, sino rastreando en la parte oculta de los acontecimientos aquello que puede satisfacer tanto a la curiosidad como a la imaginación. Buscando un tipo particular de lector, pues pensaba, como confiesa en sus memorias, que “el lector que no sabe leer entre líneas jamás será un sibarita de los libros”.
            Así pues, el valor de estas columnas periodísticas no puede estribar hoy día en su corrección o falta de corrección política, siempre mediatizadas por la andadura personal, el tiempo histórico en que se vive y la capacidad para tomar distancia. Sino porque parecen escritas en la actualidad y hablan de problemas parecidos a los que hoy soportamos, porque son un grito contra el recorte de las libertades y contra las vejaciones. Dice Marcel Schwob en una de estas columnas: “Francia ha sido el país de la libertad. En pocos años la libertad irá a refugiarse a cualquier otra parte”. Palabras que ahora tendrían que referirse a un espacio geográfico muchos más amplio.

Publicado en Diario Lanza el 6 de Octubre de 2014.

lunes, 22 de septiembre de 2014

Doce Hombres Sin Piedad


ESPIRALES ELÍPTICAS
            Doce Hombres Sin Piedad
                                                                  Francisco Chaves Guzmán

            No estaría de más en este momento volver a ver “Doce Hombres Sin Piedad”, la película que Sidney Lumet rodó sobre un texto de Reginald Rose en 1957. Yo tuve la suerte, cuando tenía doce años, de asistir pasmado a su proyección y puedo asegurar que condicionó mis gustos cinematográficos y mis posteriores convicciones éticas. En su defecto, también tenemos a mano la versión que en 1973 hizo Gustavo Pérez Puig. Ambos filmes se ciñen escrupulosamente a la obra original, tienen la cadencia adecuada y muestran interpretaciones memorables.
 
 

            “Doce Hombres Sin Piedad” tuvo la osadía de llamar por su nombre a temas tan escabrosos como la idoneidad del jurado, la manipulación de las pruebas, la exactitud de los testimonios, los prejuicios universales, los odios exacerbados, el desprecio hacia los más débiles, la manipulación mediática, las garantías procesales, la falta de espíritu crítico, las amenazas más o menos encubiertas al disidente, la inocencia culpable del individuo masificado o la personalidad puritana como fuente de derecho.
            Y si recomiendo revisitar este título no es por la nostalgia que aglutina a tantos cinéfilos, sino porque, lamentablemente, estas cuestiones han dado sus frutos en forma de parecidos o más peliagudos asuntos y porque los casi sesenta años transcurridos han servido, como máximo, para encalar la fachada. Sobra con poner el oído en los lugares públicos para conocer el concepto que del orden y de la justicia tienen algunos sectores. Y su desconocimiento sobre el papel que juegan las diferentes instituciones. De lo cual son culpables los demagogos que excitan los bajos instintos en lugar de la razón.
            La vida está judicializada. La presunción de inocencia deja paso a la presunción de culpabilidad. La privacidad es ya cosa del pasado, porque el derecho a la intimidad ha sido puesto en entredicho por los nuevos “cazadores de brujas”. Algunos medios de comunicación dan por sentado el carácter ilegal de conductas que no lo son. Se amplían las figuras delictivas, se ensalza el mamporro y la venganza...
            Estas son las razones para volver a ver “Doce Hombres Sin Piedad”, obra que nos enseña que la realidad depende, literalmente, del tipo de gafas con que se la mire.

Publicado en Diario Lanza el 22 de Septiembre de 2014

lunes, 8 de septiembre de 2014

Pajaritos y Pajarracos


ESPIRALES ELÍPTICAS
                Pajaritos Y Pajarracos
                                                               Francisco Chaves Guzmán

            Es muy probable que dentro de unos pocos siglos, cuando la educación tenga como fin único la manipulación de la realidad, los libros de mitología, que darán noticia de los tiempos anteriores a la instauración del Superpoder Sublime, hablen de un personaje legendario llamado Pasolini, condenado por los Dioses Sublimes a ser asesinado de forma repetida por haber intentado suministrar a los hombres el maligno elixir de la libertad.
            Vuelto a la vida una y otra vez por los propios dioses, el antihéroe Pasolini habría sido ritualmente masacrado a través de los tiempos en ceremonias celebradas de forma conjunta por los sumos sacerdotes de los pajaritos y de los pajarracos. De esta forma, los prebostes de la época habrán resuelto el problema de cómo continuar castigando al disidente tras la muerte, lo que mantendrá a los jovencitos alejados del mal.
 
 

            Esta es una de las muchas razones que tenemos para volver a ver, ahora que todavía estamos a tiempo, la película “Pajaritos y Pajarracos”, con la que Pier Paolo Pasolini intentó filmar una comedia. Y cuenta el intelectual comunista, en sus memorias, que, como era un burgüesito, la comedia se le convirtió en tragedia según avanzaba el guión. Esta confesión aparece en su autobiografía, “Who Is Me: Poeta De Las Cenizas”, escrita en verso libre, lo que nunca pudieron perdonarle sus enemigos de todo pelaje, lo del verso y lo del libre.
            Pues bien, en “Pajaritos Y Pajarracos” quienes se comen al cuervo profesor, a Pasolini, son al mismo tiempo pajaritos y pajarracos, algo así como híbridos entre los pajarracos que se comen todo y los pajaritos comidos por todos. Esta es otra buena razón para volver a ver la película.
            Por supuesto que hay otras muchas razones más, pero me las callo para no impedir al cinéfilo el placer de hallarlas por sí mismo. Y para que nadie piense que me deleita el negrísimo humor pasoliniano, con las terribles consecuencias que tal posibilidad podría tener en la mitología futura.
            De todo esto se deduce que no es tan difícil escribir unas líneas sobre Pier Paolo Pasolini sin caer en lugares comunes, sin sacar tajada por ello, sin hacer el canto fúnebre de alguien que sigue vivo y sin destrozar su magnífica obra a martillazos. Se me olvidaba: a él le hubiera gustado ser músico, también lo cuenta en su autobiografía.

Publicado en Diario Lanza el 8 de Septiembre de 2014   

lunes, 25 de agosto de 2014

Cómo se Comenta una Obra de Teatro


ESPIRALES ELÍPTICAS
   Cómo Se Comenta Una Obra de Teatro
                                                                      Francisco Chaves Guzmán

            Cabría comenzar preguntándose: ¿Por qué razón el libro que hoy nos ocupa lleva por título “Cómo Se Comenta Una Obra De Teatro”? Y la razón para efectuar tal pregunta es que su contenido va mucho más allá de lo que tal título parece abarcar.
            Ya que, en efecto, un periodista de la sección cultural o un estudiante de filología bien pueden servirse de este formidable ensayo de José Luis García Barrientos para pulir sus críticas o recensiones a la hora de valorar una representación o un texto teatral. Pero el libro recoge tantas ideas e informaciones sobre el teatro en su conjunto que difícilmente podemos admitir que se limite a ser una guía para especialistas en esas áreas.
 
 

            También podría llevar por nombre “Cómo Escribir Una Obra De Teatro” si el autor, filólogo de profesión, hubiese pretendido inmiscuirse en el trabajo de los dramaturgos, pero, respetuoso con estos, no se atrevió a dar lecciones a nadie.
            Incluso no sería desacertado el título de “Cómo Ver Una Obra De Teatro”, a lo que García Barrientos seguro que renunció para evitar que cualquier espectador le respondiese que en asunto tan personal no existen verdades absolutas.
            Así que, atrincherado en el “Cómo Se Comenta” para no levantar suspicacias, lleva a cabo una magnífica disección de la totalidad del hecho teatral, disección que ningún involucrado en el mismo debería dejar de lado, incluidos el espectador y el lector.
            Porque... ¿qué es lo adecuado, el teatro del gesto, el teatro del grito o el teatro de la palabra?, que preguntaría de forma insidiosa el propio Pasolini. Y, para desatar este nudo gordiano, García Barrientos emplea sus armas intelectuales, que son numerosas, indicando con precisión geométrica el lugar que a cada uno y a cada cosa le corresponde. De tal manera que autor, director, actores, tramoyistas, técnicos y espectadores sepan con seguridad qué es teatro y qué no lo es, para qué sirve y para qué no servirá jamás.
            Nadie debería participar en una representación teatral sin tener a mano un tratado tan lúcido y exhaustivo como este, al que yo me permito poner como ejemplo, aún a sabiendas de constituir un paradigma más entre los existentes, pero un paradigma nuevo, preciso, lúcido, armonioso y brillante.

Publicado en Diario Lanza el 25 de Agosto de 2014    

lunes, 11 de agosto de 2014

Trilogía de la Fundación


ESPIRALES ELÍPTICAS
           Trilogía De La Fundación
                                                                 Francisco Chaves Guzmán

            Isaac Asimov fue profesor universitario y científico multidisciplinar en materias que abarcaban la bioquímica, las matemáticas, la sociología, la física o la historia. Y también escritor, con más de quinientas obras publicadas en géneros tan diferentes como la divulgación científica, la historia o la narrativa.
            Podríamos preguntarnos cómo llegó una persona con tan amplio curriculum y semejante formación al campo de la novela de ciencia ficción. La respuesta nos dará la clave que nos permita acercarnos a estas obras suyas limpios de prejuicios, dispuestos a seguirle en su viaje a través del Imperio Galáctico. Pues lo que hizo Isaac Asimov fue poner al alcance del lector los conocimientos que él había acumulado en torno a las ciencias naturales y a las ciencias sociales, relacionando ambos, para ofrecer una serie de pistas sobre el funcionamiento de las sociedades en el transcurso de los tiempos.
 

            Así nace la Trilogía de la Fundación, compuesta por las novelas “Fundación”, “Fundación E Imperio” y “Segunda Fundación”, punto de partida de las docenas de obras en que asistimos al nacimiento, expansión y colapso del Imperio Galáctico.
            Todo ello conforma una serie de aventuras impactantes con personajes míticos, civilizaciones que se desintegran, viajes interestelares a velocidades inconcebibles, robots con aspecto y emociones humanos, grandes migraciones en busca de mundos más halagüeños, tecnología cuyos avances asombran, teoremas matemáticos capaces de explicar las relaciones sociales y de predecir la evolución política.
            Y dentro de toda esta parafernalia tan teatral, traída para captar la atención y las ilusiones del lector, otro nivel narrativo en el que aparecen temas tan cotidianos como la manipulación a que está sometida la inmensa mayoría, la utilización de las religiones con fines políticos, las camarillas secretas que mueven los hilos económicos,  las rencillas nacionalistas como elemento de distracción, el poder aparente que sirve de tapadera al poder real, el empleo de la represión como medio disuasorio, el patriotismo  convertido en estandarte de los especuladores o la aparición sistemática del “deus ex machina”.
            La confirmación de que vasos comunicantes unen realidad y ficción.
 
Publicado en Diario Lanza el 11 de agosto de 2014 

lunes, 28 de julio de 2014

Amanece, Que No Es Poco


ESPIRALES ELÍPTICAS
          Amanece, Que No Es Poco
                                                             Francisco Chaves Guzmán

            Dadas las circunstancias, no es poca cosa que amanezca, aunque sea por el lugar equivocado, y deberíamos darnos por ello con un canto en los dientes. Pues tal ensalada de disparates podría tener como corolario lógico que no amaneciese, y si lo hace por el oeste bien podría ser considerado como un mal menor, incluso una bendición.
            Esta disquisición viene a cuento de la celebración del 25ª aniversario del estreno de “Amanece, Que No Es Poco”, la genial película de José Luis Cuerda que, tras unos comienzos muy dubitativos, ha ido escalando puestos en las preferencias de los espectadores hasta situarse hoy como uno de los mayores éxitos de nuestro cine.
 
 

            Dicho aniversario ha dado lugar a innumerables y laudatorias críticas retrospectivas. También a unas pocas denigratorias, que en absoluto comparto aunque sí admito, pues hay que tener en cuenta que para disfrutar de algo es preciso comprenderlo y que nuestras convicciones no se vean golpeadas por ese algo.
            Al acabar la Era de la Movida, hace veinticinco años, el solar se había convertido en una jaula de grillos, las máscaras habían devorado a sus personajes, Jauja era la patria de los analfabetos y en cualquier bancal era dado que brotase tanto un mamarracho como una fiesta tradicional. Con el paso de los años, Jauja se ha convertido en su reverso y los mamarrachos de los bancales se han agostado, con lo que la sátira terrible que es “Amanece, Que No Es Poco” cobra todo su sentido.
            ¿Cómo va a gustar la película a los puritanos que se beneficiaron del desmadre de los ochenta, a los buhoneros que venden gato por liebre, a los guardianes de las esencias petrificadas? Me impresiona esta obra de arte, a medio camino entre el esperpento y el surrealismo, con su ritmo desbocado, con sus interpretaciones gloriosas, con su malaleche desatada, con su descomunal ironía. Con toda su carga política de profundidad.
            Porque... ¿quién no ha visto en las calles de su pueblo, o de su ciudad, miles de veces, a cada uno de los personajes que pululan por la película de José Luis Cuerda?
            Y, estando las cosas como siguen, de disparate en disparate, de bancal en bancal, de esperpento en esperpento, amanece, que no es poco...
    
Publicado en Diario Lanza el 28 de Julio de 2014

lunes, 14 de julio de 2014

Otras Voces, Otros Ámbitos


ESPIRALES ELÍPTICAS
       Otras Voces, Otros Ámbitos
                                                            Francisco Chaves Guzmán
 
            Truman Capote era todavía un jovencito de veintitrés años cuando publicó “Otras Voces, Otros Ámbitos”. La crítica literaria de los Estados Unidos acogió la novela con extraordinario entusiasmo, augurando al escritor un porvenir reservado sólo a los más grandes escritores, mientras el éxito entre los lectores se multiplicaba y las ventas crecían como la espuma. Así fue, pues pronto Capote ascendió al Olimpo de los elegidos junto a sus íntimos amigos Tennessee Williams y Gore Vidal.
            Cumplido el buen auspicio de los críticos, Truman Capote se dio a la vida relajada, más bien disoluta, olvidando poco a poco el genio con que la naturaleza le había provisto y escribiendo lo justo para salvaguardar el buen nombre. Pues “Desayuno en Tiffany’s” no es mucho más que un pasatiempo y “A Sangre Fría” se queda en una crónica negra, eso sí, con grandes recursos estilísticos y muchas dosis de morbo.
 
 
            En mi opinión, sus tendencias hiperbólicas y su desmedido histrionismo secaron la fuente de su talento. Tennessee Williams y Gore Vidal le dieron de lado para no compartir los escándalos, las borracheras y las desmesuras. Y él se limitó a escribir guiones, relatos y libros de viajes sin más aplauso que el debido a su mítico nombre.
            Pero a su muerte, a los sesenta años, dejaba para la posteridad una obra maestra, precisamente su novela de juventud que le abrió las puertas de la fama, la prodigiosa, mágica y envolvente “Otras Voces, Otros Ámbitos”.
            ¿Y qué es “Otras Voces, Otros Ámbitos”? Pues la fusión de dos viajes paralelos, uno físico, por las calles de un olvidado pueblo de la llamada América Profunda, y otro espiritual, hacia la comprensión tanto de lo interno como de lo externo para fluir como una fuente límpida entre los sucios meandros de la realidad. Un viaje iniciático, pero no como los de Herman Hesse, cuyo final es el punto de partida, sino como una puerta abierta que muestra las siguientes etapas del trayecto.
 
           Hoy “Otras Voces, Otros Ámbitos” es un libro casi escondido, casi  clandestino, por la sencilla razón de que es aún más políticamente incorrecto que cuando se publicó a mediados de los años cuarenta del siglo pasado.
 
Publicado en Diario Lanza el 14 de Julio de 2014   
 
 
 
 
 

lunes, 30 de junio de 2014

La Gran Belleza


ESPIRALES ELÍPTICAS
                        La Gran Belleza
                                                                  Francisco Chaves Guzmán

            “La Gran Belleza”, último largometraje del director italiano Paolo Sorrentino, es una película de indudables valores estéticos, bien montada, con una banda sonora aceptable y trabajos interpretativos de mucha enjundia.
            En ella, un famoso escritor, al que da vida magníficamente Toni Servillo, trata de retomar el camino del éxito y sale en búsqueda de la gran belleza que le inspire y fortalezca, pero tras un alocado periplo acaba confesando que no la ha encontrado por ninguna parte. Y, en mi opinión, aquí estriba el gran valor de la película, en la denuncia sistemática de una realidad en que todo se ha convertido en inconsecuente y anodino.
 
 

            Pienso que se equivocan quienes creen que esta película es heredera del cine de Fellini. Allí existía una atmosfera lúdica y vitalista para envolver con grandes dosis de humor los dislates en que incurrían todos los habitantes del retablo, barroco al tiempo que surrealista, que dibujaba cada película. Se daba por sabido entonces que aquel tipo de cine era una danza interminable, donde cada personaje se ensamblaba con todos los demás armoniosamente, en que se anunciaba un futuro más grato y divertido.
            No es así en “La Gran Belleza”, en la que ya no hay pasos de baile, sino grandes tropezones, y no por incapacidad de Sorrentino, sino porque así la quiere el autor, desmembrada y triste, fría como un témpano de hielo, donde el dislate provocador ha sido sustituido por la mera estupidez de los involucrados, donde la sexualidad lúdica ha dado paso al compulsivo sexo posmoderno, donde lo que se anuncia no es el nacimiento de un halagüeño futuro, sino la muerte de un presente fallido e ignominioso.
            Por momentos, “La Gran Belleza” puede parecer una obra diletante, pretenciosa, vacía, insustancial. No es así. Los diletantes y pretenciosos son los personajes que el “alter ego” del director, el escritor interpretado por Toni Servillo, ha ido mostrándonos a lo largo de la película, para lo que no ha tenido que echar mano de grandes dosis de imaginación, porque pueblan las cloacas de todas las ciudades. Lo que es imperdonable es la decisión de Sorrentino de llorar y tropezar con ellos en vez de destruirlos a carcajadas, que es lo que con tanta maestría hizo Fellini.
 
Publicado en Diario Lanza el 30 de Junio de 2014

lunes, 16 de junio de 2014

El Nombre De La Rosa


ESPIRALES ELÍPTICAS
           El Nombre de la Rosa
                                         Francisco Chaves Guzmán

            El montaje teatral llevado a cabo por Garbi Losada y José Antonio Vitoria sobre “El Nombre de la Rosa” está a la altura en fuerza dramática, atributos estéticos y puesta en escena de la novela de Umberto Eco y de la película de Jean Jacques Arnaud. Lo que no es poco, pues novela y película son dos cumbres de la narrativa y del cine.
            Lo cierto es que la forzosa esquematización de la obra de Umberto Eco no le hace perder ninguno de sus valores, que, en todo caso, se potencian gracias a la cercanía y la inmediatez. En virtud de la velocísima sucesión de cuadros, confiriéndole un ritmo trepidante, los espectadores se encuentran irremediablemente envueltos en los asuntos que afrontan Guillermo de Baskerville y su pupilo Aldo de Melk, los dos religiosos franciscanos que intermedian entre los intereses políticos y religiosos.
 
 

            Cuando su labor se ve empañada por los ominosos asesinatos ocurridos en la abadía benedictina que da albergue a las delegaciones papal y real, el joven Aldo comprenderá ciertas cosas que van a iluminar el resto de su existencia: que el miedo es terreno en el que el poder construye su impunidad; que la manipulación de la realidad se encuentra en el origen del miedo; que los fundamentalismos individuales constituyen el sostén de los fundamentalismos colectivos, abriendo así  las puertas a la manipulación.
            En el escenario, las páginas de un libro gigantesco nos hacen saber, al abrirse, cómo la libertad está en función del conocimiento, cómo la risa es un arma de manumisión, cómo las artimañas de quienes ocupan el poder son siempre las mismas, aunque las formas sean circunstanciales; cómo el laberinto, universal y totalizador, con que nos desorientan para impedir el acceso a la comprensión de la realidad, debe ser destruido si se quiere obtener la sabiduría y a la verdad.
            Si algún “pero” se le puede poner, de lo que no está libre ninguna actividad artística, es el de haber potenciado la sexualidad de algunas escenas en detrimento del erotismo, omnipresente en las obras narrativa y cinematográfica. Cuestión que en “El Nombre de la Rosa” ni facilita la comprensión del espectador ni añade ningún nuevo dato, siendo precisamente el erotismo, no la sexualidad, lo que define la novela de Humberto Eco.

Publicado en Diario Lanza el 16 de Junio de 2014 

lunes, 2 de junio de 2014

Los Días Demorados


ESPIRALES ELÍPTICAS
                Los Días Demorados
                                          Francisco Chaves Guzmán

            Voces en relieve de un tiempo fugitivo, arrecife de sueños rotos, vértigo en los márgenes del infinito, lenta metamorfosis de un reloj de arena, caleidoscopio de posibles imposibles, ondas sonoras de una dimensión paralela, musical silencio de los espacios infinitos, insidias de las mentiras desahuciadas, rutilante orgía de colores, quemaduras del clavo ardiendo del amor.
            Estas son algunas de las imágenes que me han sacudido mientras leía “Los Días Demorados”, el demorado conjunto de poemas de Fernando José Carretero que ha sido publicado en la Colección Literaria Ojo de Pez. Este libro luminoso debe su halo de luz a las oscuras sombras de la fricción entre los amores y los desamores; y su inmensa capacidad para generar turbaciones en el lector al muy maduro equilibrio entre el dolor más afinado y el orgullo de haber perseguido el laurel.
 
 

            De vez en cuando, menos veces de las necesarias, una colección de poemas tiene la capacidad de despertar en quien lo lee toda una serie de estremecimientos que llega a creer suyos, de trazos que pensaba olvidados , de paisajes mentales que fueron veredas pedregosas o sendas de arena. Y este libro lo es, tal vez porque tiene vocación de biografía y verdad, porque arrulla la memoria con una especie de canto jubiloso y triste.
            Estos antiguos poemas de un caminante encorajinado, estas palabras póstumas de un poeta vivo, estas quemaduras producidas por el dardo abrasador de la poesía, esta fiera recuperación de lágrimas y gozos tiene un no sé qué de estremecida declaración de amor, de universal declaración de guerra.
            Y aparecen en ellos las extrañas complicidades de los objetos, la indiferencia con que nos observa el tiempo, las sombras alucinadas del ocaso, la desconcertante incomprensión de los otros, los sorprendentes matices del ánimo, las ingeniosas modificaciones de la perspectiva, la sucesión de secretos escritos en el agua, los espacios kavafianos en que se demora el placer, la loca carrera de los amantes al otro lado del espejo. Y las apenelopadas esperas de la edad madura.
            En resumen, un poemario imprescindible.

Publicado en Diario Lanza el 2 de Junio de 2014

lunes, 19 de mayo de 2014

Vacas, Cerdos, Guerras y Brujas


ESPIRALES ELÍPTICAS
        Vacas, Cerdos, Guerras y Brujas
                                                         Francisco Chaves Guzmán

            Hasta hace pocos años, Marvin Harris ha sido referencia fundamental sobre Antropología en el mundo universitario. Fundador del Materialismo Cultural y estudioso de la filosofía de los métodos de investigación antropológica, su pensamiento constituye, por ahora, el más reciente logro en las ciencias sociales. Sin embargo, el triunfo de la revolución conservadora y de la revolución puritana, en su soterrado avance hacia la negación de la dignidad y de la libertad, ha propiciado, como daño colateral, que Universidades de todo el mundo hayan cambiado de paradigma científico y las políticamente incorrectas teorías de Marvin Harris, dada la situación actual, hayan sido arrumbadas. No para sustituirlas por otras más brillantes y novedosas, sino para volver al paradigma estructuralista.
 
 
            La diferencia entre ambos atañe a los fundamentos de la ciencia. El Estructuralismo pretende analizar de forma sincrónica las poblaciones para darnos una foto fija. El Materialismo Cultural pretende, a través del estudio diacrónico de las poblaciones, establecer las formas en que evolucionan las sociedades humanas y hacer predicciones acertadas. Lo que constituye el auténtico objetivo de la ciencia.
            La obra de Marvin Harris tiene tres vertientes distintas. Por una parte se encuentran los estudios teóricos que avalan su método de investigación, como es el caso de “El Desarrollo de la Teoría Antropológica”. Por otra parte, están sus libros de texto, como “Introducción a la Antropología General”, que han tenido que asimilar millones de estudiantes de los cinco continentes. Y luego están los libros divulgativos, que acercan al lector indagador a los secretos ocultos bajo ciertas formas de conducta.
            A este último tipo de publicaciones corresponde “Vacas, Cerdos, Guerras y Brujas”, en cuyas páginas, a la luz de la antropología científica, quedan aclaradas cuestiones que parecían no tener solución lógica. ¿Captan los guerreros las causas de las batallas? ¿Para qué sirve la prohibición de la carne de cerdo? ¿Quién se beneficia de que sea intocable la vaca? ¿Están las brujas al servicio de los que mandan o de los que obedecen? A estas y otras muchas preguntas se responde en este libro, que, gracias a que el autor todavía no ha sido prohibido, puede encontrarse en bibliotecas físicas y virtuales, así como en algunas librerías cuyos regentes están al servicio de la ciencia y de la cultura.
           
Publicado en Diario Lanza el 19 de Mayo de 2014