ESPIRALES ELÍPTICAS
El Bosque Del LoboFrancisco Chaves Guzmán
Es muy comprensible que una
comunidad se una para librarse del monstruo que acecha y que tal acción sirva
para reforzar la cohesión de los individuos que la forman. Lo que plantea
serias dudas morales radica en la fabricación del monstruo por ese grupo social
con el fin de tener asegurado el momento catártico de su persecución. Mayores
dudas aún ofrece el hecho de que se escoja a un niño para prepararlo desde su
infancia en ese papel, un niño que se convence a sí mismo de su condición de
malvado. Cuando el colmo de la maldad estriba en que familiares, amigos,
vecinos y autoridades hayan trabajado al unísono para tener disponible al chivo
expiatorio en el momento adecuado.
Esta es la historia que en 1970
cuenta Pedro Olea en su película “El Bosque Del Lobo”, que consiguió despistar de
forma milagrosa a la censura de la época con la ayuda de un guión perfectamente
estructurado y de unas interpretaciones geniales. Una de ellas, la de José Luis
López Vázquez, a quien por entonces se comenzaba a dar los papeles acordes con
su talento que antes le había negado la industria cinematográfica.
En “El Bosque Del Lobo” aparece un
pueblo lleno de supersticiones, de odios, analfabeto y cruel, dispuesto a
cualquier cosa por salvar sus tradiciones, entre las que está, naturalmente, la
de tener un hombre lobo que los asuste sin pausa y que pueda ser ajusticiado en
el momento oportuno. Y el pobre hombre lobo, interpretado por López Vázquez,
que desde niño padece ataques epilépticos, comienza a creer las cosas terribles
que de él se dicen, hasta convertirse en un desequilibrado capaz de los
crímenes más absurdos y horrorosos que puedan imaginarse. Entonces la furia del
pueblo se desata.
Se dice que el mismísimo Carrero
Blanco quiso prohibir la película una vez estrenada y que proyectó su ira
contra los censores que no habían sabido ver los corolarios sociológicos y
antropológicos. Y que no lo hizo, persuadido por sus consejeros, para evitar
darle trascendencia y publicidad.
Por mi parte, debo confesar que,
cada vez que veo en los telediarios la venganza rugiente, el odio desmedido, la
animalidad vocinglera, recuerdo la persecución del hombre lobo por aquella turba
crédula y feroz.
Publicado en Diario Lanza, de Ciudad Real, el 3 de Noviembre de 2014
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