ESPIRALES ELÍPTICAS
El Nombre de Francisco Chaves Guzmán
El montaje teatral llevado a cabo por
Garbi Losada y José Antonio Vitoria sobre “El Nombre de la Rosa ” está a la altura en
fuerza dramática, atributos estéticos y puesta en escena de la novela de Umberto
Eco y de la película de Jean Jacques Arnaud. Lo que no es poco, pues novela y
película son dos cumbres de la narrativa y del cine.
Lo cierto es que la forzosa esquematización
de la obra de Umberto Eco no le hace perder ninguno de sus valores, que, en
todo caso, se potencian gracias a la cercanía y la inmediatez. En virtud de la
velocísima sucesión de cuadros, confiriéndole un ritmo trepidante, los
espectadores se encuentran irremediablemente envueltos en los asuntos que
afrontan Guillermo de Baskerville y su pupilo Aldo de Melk, los dos religiosos
franciscanos que intermedian entre los intereses políticos y religiosos.
Cuando su labor se ve empañada por
los ominosos asesinatos ocurridos en la abadía benedictina que da albergue a las
delegaciones papal y real, el joven Aldo comprenderá ciertas cosas que van a
iluminar el resto de su existencia: que el miedo es terreno en el que el poder
construye su impunidad; que la manipulación de la realidad se encuentra en el
origen del miedo; que los fundamentalismos individuales constituyen el sostén
de los fundamentalismos colectivos, abriendo así las puertas a la manipulación.
En el escenario, las páginas de un
libro gigantesco nos hacen saber, al abrirse, cómo la libertad está en función
del conocimiento, cómo la risa es un arma de manumisión, cómo las artimañas de quienes
ocupan el poder son siempre las mismas, aunque las formas sean
circunstanciales; cómo el laberinto, universal y totalizador, con que nos
desorientan para impedir el acceso a la comprensión de la realidad, debe ser
destruido si se quiere obtener la sabiduría y a la verdad.
Si algún “pero” se le puede poner,
de lo que no está libre ninguna actividad artística, es el de haber potenciado
la sexualidad de algunas escenas en detrimento del erotismo, omnipresente en
las obras narrativa y cinematográfica. Cuestión que en “El Nombre de la Rosa ” ni facilita la
comprensión del espectador ni añade ningún nuevo dato, siendo precisamente el
erotismo, no la sexualidad, lo que define la novela de Humberto Eco.
Publicado en Diario Lanza el 16 de Junio de 2014
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