lunes, 30 de junio de 2014

La Gran Belleza


ESPIRALES ELÍPTICAS
                        La Gran Belleza
                                                                  Francisco Chaves Guzmán

            “La Gran Belleza”, último largometraje del director italiano Paolo Sorrentino, es una película de indudables valores estéticos, bien montada, con una banda sonora aceptable y trabajos interpretativos de mucha enjundia.
            En ella, un famoso escritor, al que da vida magníficamente Toni Servillo, trata de retomar el camino del éxito y sale en búsqueda de la gran belleza que le inspire y fortalezca, pero tras un alocado periplo acaba confesando que no la ha encontrado por ninguna parte. Y, en mi opinión, aquí estriba el gran valor de la película, en la denuncia sistemática de una realidad en que todo se ha convertido en inconsecuente y anodino.
 
 

            Pienso que se equivocan quienes creen que esta película es heredera del cine de Fellini. Allí existía una atmosfera lúdica y vitalista para envolver con grandes dosis de humor los dislates en que incurrían todos los habitantes del retablo, barroco al tiempo que surrealista, que dibujaba cada película. Se daba por sabido entonces que aquel tipo de cine era una danza interminable, donde cada personaje se ensamblaba con todos los demás armoniosamente, en que se anunciaba un futuro más grato y divertido.
            No es así en “La Gran Belleza”, en la que ya no hay pasos de baile, sino grandes tropezones, y no por incapacidad de Sorrentino, sino porque así la quiere el autor, desmembrada y triste, fría como un témpano de hielo, donde el dislate provocador ha sido sustituido por la mera estupidez de los involucrados, donde la sexualidad lúdica ha dado paso al compulsivo sexo posmoderno, donde lo que se anuncia no es el nacimiento de un halagüeño futuro, sino la muerte de un presente fallido e ignominioso.
            Por momentos, “La Gran Belleza” puede parecer una obra diletante, pretenciosa, vacía, insustancial. No es así. Los diletantes y pretenciosos son los personajes que el “alter ego” del director, el escritor interpretado por Toni Servillo, ha ido mostrándonos a lo largo de la película, para lo que no ha tenido que echar mano de grandes dosis de imaginación, porque pueblan las cloacas de todas las ciudades. Lo que es imperdonable es la decisión de Sorrentino de llorar y tropezar con ellos en vez de destruirlos a carcajadas, que es lo que con tanta maestría hizo Fellini.
 
Publicado en Diario Lanza el 30 de Junio de 2014

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