Chip-Chip
Francisco Chaves Guzmán
Cuando, a principios de 2028, el servicio secreto informó al Gobierno Global de la existencia de reideros clandestinos, en los que la gente se tomaba a guasa la prohibición de reír y sonreír, el Superministro de Asuntos Morales creyó que le estaban gastando una broma de mal gusto. Pero cuando le presentaron las pruebas concluyentes su desconfianza se tornó en un estadillo de cólera que hizo temblar los cimientos del planeta.
Acto seguido, convocó con urgencia a sus colaboradores más cercanos y, en pocas horas, quedó diseñado un dispositivo tecnológico y policial que, según ellos, debería cercenar los restos de buen humor que subsistiesen entre la población. La piedra angular del plan fue bautizada con el nombre de Chip Amistoso.
El objetivo del proyecto era que los súbditos no se relacionasen nada más que con los de su entorno más cercano. Y la forma de conseguirlo, impedir que se estableciese ningún acercamiento no consentido. Para ello fue diseñado el Chip Amistoso, que no era nada más que eso, un chip, un chip que fue implantado bajo la piel de la frente. El artilugio guardaba en su interior la identidad del portador y la lista de individuos con quien tenía permitido entablar conversación. Debía solicitarse ante la policía la inclusión de cada nuevo enlace y la solicitud admitida, tras las pesquisas de idoneidad pertinentes, una vez satisfecho el pago de la correspondiente tasa.
Cuando dos portadores no relacionados administrativamente entraban en contacto verbal, sus chips enviaban la información a la central de alarmas y su detención de producía en cuestión de minutos. Ni que decir tiene que cuando, con el paso de los años, el dispositivo quedó obsoleto, las tasas continuaron cobrándose.
Pero por aquel entonces, en el año 2028, los reideros clandestinos continuaron su natural actividad, pues no se tardó más de unos pocos minutos en hallar la manera de desactivar el delator chip-chip.
Ciudad H7Q22
Enero de 2101
(Publicado en Diario Lanza el 30 de Julio de 2012)
(Este cuadro de Joan Miró, realizado en 1948 y que lleva por título "El Pájaro Maravilloso", actualmente en el MOMA de Nueva York, nos muestra hasta que punto eran pérfidos los reideros clandestinos de un siglo más tarde).
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