lunes, 5 de marzo de 2012

Segismundo

Galería de Inmortales

             Segismundo
                                      Francisco Chaves Guzmán

Tres veces son
las que ya me admiras,
tres las que ignoras
quién soy,
pues las tres me viste
en diverso traje y forma.
(La vida es sueño,
Calderón de la Barca)

     Un enorme salón de cuyas paredes cuelgan grandes espejos, que las cubren casi en su totalidad. De hecho, solamente quedan los huecos ocupados por dos ventanales y, al fondo, una puerta de madera labrada. Frente a los ventanales, también hay un lugar para dos retratos al óleo, que representan de cuerpo entero las figuras de Felipe II y de Calderón de la Barca, cuyos reflejos se multiplican por toda la estancia. Desde donde nos encontramos se observa sin dificultad la inmensa mole que el Rey hizo levantar en El Escorial, velada por una ligera llovizna.
     Como preámbulo a la entrevista que me ha concedido, Segismundo me habla de las veleidades del alma humana, de las mudanzas de la fortuna, del honor menoscabado, la traición, la justicia, la lealtad, la prudencia, la lucha y el amor. Sus ojos nerviosos y fugaces me escrutan profundamente, mientras con un leve movimiento de la mano derecha parece querer ahuyentar alguna idea descabellada.
     Segismundo.- Le confieso que tengo ciertas dudas sobre si he acertado al recibirle. Llevo una vida casi monástica. Y, además, desconozco quién es usted.
     El Periodista.- Puedo asegurarle que vengo con la mejor de las intenciones. Que soy su amigo.
     Segismundo.- Si bien recuerdo, usted me dijo haber leído la historia de mi vida docenas de veces... luego ya sabe todo sobre mí. ¿Para qué este encuentro?
     P.- Le voy a ser sincero. Está en la calle el rumor de que usted ha dado a entender que es hijo de Felipe II. Esa es la razón de mi visita.
     Segismundo.- ¡Qué disparate! ¿Dónde ha oído tal cosa? ¡Jamás hice tal insinuación! Mi único padre es Calderón y, por cierto, tengo a gran gala esa ascendencia.
     P.- No me puede negar que usted ha proclamado que Calderón se inspiró en el Infante Don Carlos.
     Segismundo.- No me cabe la menor duda sobre ello. Mas inspiración y paternidad son dos cosas bien diferentes.
     P.- Pues la verdad, yo no veo claro que Calderón tuviese tal intencionalidad política.
     Segismundo.- Está en su derecho a pensar así. Pero dígame por qué.
     P.- Porque se admite generalmente que Calderón carecía de perspectiva histórica.
     Segismundo.- Lo que ocurre es que muchos críticos y filólogos desdeñan toda creación artística que no sea meramente diletante. Tratan, pues, de negar los contenidos sociales de toda obra de arte.
     P.- Tenga en cuenta que cuando escribió "La vida es sueño" había pasado casi un siglo desde la desgracia del Infante Carlos. ¿Qué interés tendrían ya acontecimientos tan pretéritos?
     Segismundo.- Le recuerdo que Calderón ya se había referido a Felipe II en una obra anterior, en el drama "Amor después de la muerte".
     P.- Donde se hacía mención explícita al Rey. ¿Por qué no en la Vida es Sueño?
     Segismundo.- Usted lo ha dicho: por ser el Rey. ¿Puede alguien pensar que un escritor del siglo XVII se atreviese a dudar públicamente sobre la legalidad de una decisión regia? Sólo con la suficiente distancia temporal y geográfica.
     P.- ¿Por eso Polonia?
     Segismundo.- ¡Ya lo creo! Parece como si Polonia fuese un inaccesible país de leyenda al que se extradita temporalmente al oponente político. No olvide que aún hoy, desde Castilla, se llaman polacos a los catalanes.
     P.- Me deja usted atónito.
     Segismundo.- ¿Quiere que le cuente el por qué del nombre de mi padre putativo?
     P.- Lo estoy deseando.
     Segismundo.- Basilio, en griego, significa rey. Luego Rey Basilio quiere decir Rey-Rey, Rey de Reyes. Un nombre perfecto para ocultar a quien en su imperio nunca se ponía el sol.
     P.- Y su propio nombre, Segismundo, ¿tiene también alguna implicación especial?
     Segismundo.- Mi nombre hace honor a San Segismundo, monarca medieval que mandó dar muerte a su hijo y heredero. ¿Qué le parece la casualidad?
     P.- Me veo obligado a pensar que las razones de Basilio y Felipe para encarcelar a sus hijos debieron ser parecidas.
     Segismundo.- Las habladurías, las patrañas. ¿No piensa que un oráculo es el más grave de los chismorreos?
     P.- De acuerdo. Mas, ¿qué delito cometieron para provocar tanta ira en sus padres?
     Segismundo.- Nacer.
     P.- ¿El pecado original?
     Segismundo.- Si usted desea mezclar religión y política...
     P.- Esa mezcla no tiene nada de extraordinario en la historia de los humanos.
     Segismundo.- Ciertamente.
     P.- ¿Por qué no me cuenta las verdaderas razones de la venganza paterna?
     Segismundo.- Porque muerte tendría que darte si sabes que sé que sabes flaquezas mías.
     P.- Muy teatral.
     Segismundo.- Muy consecuente. ¿Qué puede usted esperar del principal personaje de un drama histórico? Es una de mis frases más conocidas.
     P.- Y también la primera frase que dirige a Rosaura.
     Segismundo.- Cuando ella aún vestía con atuendo masculino. A una dama se la debe tratar con más delicadeza.
     P.- Le noto muy civilizado. Cuando salió de la torre estaba usted hecho un auténtico cafre.
     Segismundo.- Una fiera entre los hombres. ¿Qué puede esperarse de alguien que ha sido condenado a vivir como tal? Pero pronto, cuando me sentí humano, la belleza de Rosaura me ayudó a convertirme en un caballero.
     P.- Si con tanta vehemencia la amaba, ¿por qué se la entregó a Astolfo?
     Segismundo.- Por honor.
     P.- ¿Por el de Rosaura?
     Segismundo.- Y por el mío. El matrimonio de un rey debe estar encaminado a proporcionar descendencia. Y Rosaura no era fértil, no podía darme esos hijos.
     P.- ¡Qué novedad! No había noticia de ello. Calderón nos hurtó un dato importante.
     Segismundo.- Si un escritor diese todos y cada uno de los pormenores de sus personajes, ¿qué lugar quedaría para la controversia? ¿Qué interés tendría yo para usted, como periodista o como lector, si todos mis actos pudieran ser comprendidos sin ningún género de duda?
     P.- Ningún interés, lo acepto. ¿Tiene inconveniente en decirme qué admiraba más en ella?
     Segismundo.- En absoluto: sus manos. Recuerdo embelesado los dedos de Rosaura desgranando graciosamente las cuentas del rosario.
     P.- ¡Extraordinario! Rosaura y rosario. Acabo de caer en la cuenta de la similitud etimológica.
     Segismundo.- Una coincidencia, fruto de la casualidad, que se ha deslizado en la conversación.
     P.- Me encuentro predispuesto a buscar analogías tras oír las sorprendentes confidencias que me ha regalado.
     Segismundo.- Es lógico. Uno tiende a dejarse llevar mentalmente por los flujos coloquiales.
     P.- ¿No me va a contar las ocultas razones de la ira del rey Basilio?
     Segismundo.- Es preferible mimar el misterio. Demos a sus lectores la gozosa posibilidad de averiguarlo por sí mismos.
     La ligera y blanda lluvia hace de las calles de El Escorial un irregular espejo por el que discurren formas alargadas, tal vez con la intención de romper la estricta geometría herreriana, tal vez para recrear fantasmas en los que los turistas, mayoritariamente devoradores de instantáneas, no pensaron nunca.
     He olvidado contarle, a Segismundo, que yo, a los trece años, recitaba de corrido La vida es sueño. Y que la primera vez, en plena adolescencia, que subí a un escenario, lo hice para interpretar su personaje.

Publicado en Diario Lanza el 5 de Marzo de 2012

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