lunes, 30 de enero de 2012

Hari Seldon

Galería de Inmortales

           Hari Seldon
                                 Francisco Chaves Guzmán

Ahora la tormenta se cierne
sobre las ramas del Imperio.
Escuche con los oídos
de la psicohistoria,
y oirá el crujido.
(Fundación, Isaac Asimov)

     En la isla de Paros, al sur de Mikonos, vive actualmente Hari Seldon, el más grande héroe de la literatura fantástica. Fundador de la Enciclopedia, creador de la Psicohistoria, avanzado discípulo de Maquiavelo, salvará el Imperio Galáctico de la ruina total gracias a su habilidad política y a sus conocimientos científicos. Naturalmente, no es al ideólogo a quien busco, sino al humanista, al aventurero.
     Su casa se levanta en la ladera de un cerro, que domina un exuberante valle perfumado por jazmines. Vides, olivos e higueras nos rodean por todas partes. Un grupo escultórico que representa la confraternización entre Dionisos y Apolo preside la biblioteca.
     Hari Seldon.- Ya conoce usted mi amor por la cultura helena, que recibí, junto a la existencia, de Isaac Asimov. Venero especialmente a Aristóteles: de su "Política" se generaron muchos de mis teoremas matemáticos, y en su "Segunda Poética" aprendí la necesaria cordura.
     El Periodista.- ¿Ha tenido acceso a la "Segunda Poética? Siempre creímos que se había perdido.
     Seldon.- De ninguna manera. El incendio que destruyó la biblioteca de Alejandría no afectó a los manuscritos, que habían sido trasladados de antemano a las galerías secretas de un antiguo monumento funerario. El incendio fue un ardid político para quitar de la circulación muchos textos considerados peligrosos para la "Pax Romana". Le cuento todo esto a sabiendas de que a ustedes no les servirá de nada, con el único fin de satisfacer su curiosidad.
     P.- Se lo agradezco. ¿Le importaría decirme dónde se encuentran actualmente los manuscritos?
     Seldon.- Fueron descubiertos hacia el año seis mil de la Era Galáctica, gracias a un visor atómico, y llevados a Trantor. Ahora son estudiados en su Universidad.
     P.- De la que usted era catedrático de Psicohistoria, además de fundador de esa extraordinaria ciencia. ¿Qué es exactamente la Psicohistoria?
     Seldon.- Bueno... no exactamente su fundador, ya que basé mis investigaciones en conocimientos previos: me limité a poner orden en miles de teoremas matemáticos desperdigados. Para que lo comprenda intuitivamente, la Psicohistoria es la capacidad de predecir el futuro político a través de la Estadística, basándose en el conocimiento histórico y en la psicología social. Naturalmente, la mayor dificultad estriba en la enorme cantidad existente de variables independientes.
     P.- ¿Algo así como la Campana de Gauss, pero más avanzada?
     Seldon.- ¡Así es! El camino se despejó cuando conseguimos convertir la primitiva Campana de Gauss en tridimensional, asignando un tercer eje a la Historia. El definitivo éxito lo conseguimos cuando fuimos capaces de añadir un cuarto eje para la Sociología.
     P.- ¿Cuatro dimensiones?
     Seldon.- Lo que nos permite efectuar predicciones muy exactas con un reducido número de datos.
     P.- Y de esa forma vaticinó usted la llegada del caos y la caída del Imperio.
     Seldon.- Sí. Trantor parecía una república bananera, cuyo monocultivo era la burocracia. Además, la camarilla del emperador, formada por políticos ineptos y corruptos, pretendía que la Historia se inmovilizara, como si eso fuese posible. Todo ello desembocó en un auténtico colapso.
     P.- Entonces, para salvar la civilización, usted se enfrentó al Imperio.
     Seldon.- Enfrentarse no es la palabra adecuada.
     P.- ¿Cual es la adecuada?
     Seldon.- Maniobré para desmembrar sus obsoletas estructuras.
     P.- ¿Por qué eligió al planeta Terminus para la Primera Fundación?
     Seldon.- Muy sencillo: cuando se produce un colapso político se hace necesaria una acción social radical, lo que ustedes llamarían revolucionaria. Para conseguirlo, no hay otro camino que llevar a las gentes al límite, donde no tengan más remedio que actuar. Al límite: por eso elegí Terminus.
     P.- Muy ingenioso.
     Seldon.- También lo aprendí de Aristóteles.
     P.- ¿De Aristóteles?
     Seldon.- Yo leo entre líneas.
     P.- ¿Y la Segunda Fundación?
     Seldon.- No será usted un agente del Imperio...
     P.- Le aseguro que sólo soy un periodista.
     Seldon.- Los periodistas también toman partido.
     P.- En realidad... no soy un periodista.
     Seldon.- ¿Ah, no?
     P.- No. El periodismo me permite descargar la dosis cotidiana de adrenalina. Pero la verdad es que soy un estudioso de la Sociología y de la Historia, además de tener, como usted, un especial afecto por la Grecia clásica. Salvadas las distancias, yo también soy psicohistoriador... hambriento de conocimiento.
     Seldon.- ¿Y qué desea aprender?
     P.- Cómo enfrentarme a la crisis actual. Seguro que usted ha hecho algunos cálculos. ¡Que sabe!
     Seldon.- Por supuesto. Mas no puedo intervenir: no estoy en mi tiempo. Pero le diré algo muy importante, en forma de oráculo: "Una vez cada cuatrocientos años, la sangre de Orfeo, muerto por las mujeres tracias, riega los surcos del Mediterráneo. Y es señal de que un mundo se acaba". Este arcano esconde una constante histórica.
     P.- ¿Debo creer que en el Mediterráneo se oculta la semilla de lo nuevo?
     Seldon.- ¡Debe saberlo!: es otra constante histórica.
     P.- ¿Es el momento de crear una Fundación?
     Seldon.- Están ustedes estancados. Deben buscar su Terminus.
     P.- ¡Ah, no! Yo no deseo sumarme a los conejillos de indias que dan palos de ciego. Le repito que yo también tengo mucho de psicohistoriador. Deseo unirme a la Segunda Fundación.
     Seldon.- Eso es difícil. No creo que esté preparado. Debería empezar por descifrar el oráculo propuesto.
     P.- Está usted endiosado.
     Seldon.- No es culpa mía. Yo pretendía ser un hombre, sabio, pero sólo un hombre. Fue Asimov quien me convirtió en un diosecillo, ante quien se postró toda la galaxia.
     P.- Parece que le guarde rencor.
     Seldon.- No es rencor, sino desacuerdo. Asimov no supo zafarse de su ancestral cultura judía. De ahí provienen sus contradicciones.
     P.- No esperaba esta declaración.
     Seldon.- Sí. Introdujo en una extraña coctelera el darwinismo científico, la teoría de la conspiración, la ingeniería social, el relativismo cultural, el eclecticismo moral, el determinismo histórico, el líder carismático y el pueblo elegido. Comprenderá que con ese mejunje es muy difícil hacer psicohistoria.
     P.- Al menos, sus novelas fueron muy divertidas... y muy didácticas. ¿Sabe que muchos de sus lectores se acercaron posteriormente a Marvin Harris y Noam Chomsky?
     Seldon.- Estoy enterado. Dos grandes pensadores, dos grandes analistas de las constantes históricas. Con la ventaja sobre mí, para ustedes, de que son de su generación.
     P.- ¡Por la Gracia de Seldon! ¡Estamos de acuerdo!
     Seldon.- Por favor, no me tome el pelo.
     P.- En absoluto. Mi exclamación se debe a que acabo de descifrar el enigma del oráculo.
     Seldon.- Eso le allana el camino hacia la Segunda Fundación.
     P.- No quiero pecar de optimista...
     Seldon.- Pero sea cuidadoso con lo que sabe...
     Anochece. Los efluvios del jazmín adormecen nuestras mentes y los sentidos danzan en armoniosa algarabía. Las palabras se disipan, mientras la lira de Orfeo nos escuda de las ominosas asechanzas del Imperio.
     La noche en Paros es transparente, límpida. Sobre nuestras cabezas, millones de estrellas de la Galaxia dan forma a la bóveda celeste.

Publicado en Dierio Lanza el 30 de Enero de 2012

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