lunes, 16 de enero de 2012

Hamlet

Galería de Inmortales

             HAMLET
                                   Francisco Chaves Guzmán

Hay tantas cosas
entre el cielo y la tierra,
amigo Horacio,
que nuestras mentes
no se han atrevido
ni tan sólo a imaginar...
(Hamlet, William Shakespeare)

     Estamos en el escenario de un teatro decimonónico, cuya ubicación no puedo desvelar pues me he comprometido a ser discreto. Únicamente diré que nos encontramos en el sur de Inglaterra, a pocas millas de unos procelosos acantilados. El escenario ha sido convertido en estudio, en el cual habita el príncipe Hamlet. A la izquierda, una cortina esconde, a medias, el lugar que hace las veces de dormitorio; a la derecha, una biblioteca bien poblada; a nuestra espalda, un amplio ventanal se abre sobre los bosques que debieron servir de ornamento a cualquier obra petrificada
     A dos metros de nuestros asientos, el telón nos separa del húmedo patio de butacas.
     Hamlet.- Amo el teatro, ¿sabe? Aquí nací y aquí perduraré a través de los tiempos.
     El Periodista.- Tal vez alguna comodidad suplementaria...
     Hamlet.- ¿Para qué? ¿Para adocenarse? Aquí se respira la realidad humana, con sus pasiones, sus intrigas. Amores, traiciones, odios... todo está aquí, como en el tubo de ensayo de un científico. ¿No cree que vale la pena?
     P.- Sí. Se lo he oído decir muchas veces.
     Hamlet.- Mi sino es repetirme... sólo que unas veces me repito mejor que otras. Por ejemplo, no estoy seguro de que usted acierte a retratarme en esta entrevista.
     P.- Le confieso que soy algo heterodoxo.
     Hamlet.- ¡Ya sé! He leído alguna de sus charlas con otros de mis colegas. También sé que es muy aficionado al cine.
     P.- Mucho. ¿Qué opinión le merece el cine?
     Hamlet.- Es un arte nuevo, que me sirve espléndidamente. Tengo muchos metros de celuloide en mi haber. Además hay que reconocer que ciertas cintas son realmente luminosas, como, por ejemplo, la versión que sobre mí rodó Lawrence Olivier.
     P.- ¿Y la de Franco Zefirelli?
     Hamlet.- Digamos que no siempre se acierta...
     P.- Eso es casi una evasiva.
     Hamlet.- A las que ustedes, los periodistas, nos obligan al tratar de comprometernos.
     P.- Pero parece que a usted no le ha importado mucho el comprometerse.
     Hamlet.- Sólo en las cosas importantes... y tras haber despejado muchas dudas.
     P.- Pues la verdad es que no le noto a usted muy vacilante.
     Hamlet.- Comprenderá que en esta conversación no se dilucida el destino de un reino...
     P.- Pero sí algo irónico.
     Hamlet.- Perdóneme, no intento molestarle. Es la fuerza de la costumbre.
     P.- ¡Ya! Como los manjares del duelo y del banquete nupcial.
     Hamlet.- Soportar o rebelarse, esa es la cuestión.
     P.- Cuando la filosofía se convierte en política.
     Hamlet.- Ahí es donde merece la pena plantearse cuantas dudas sean necesarias. Aunque sólo haya un camino para un alma noble: rebelarse.
     P.- Lo cual puede ser muy peligroso.
     Hamlet.- ¡Hombre! Una cosa es ser noble y otra, bien distinta, hacer el necio. La práctica de la rebelión es imposible si se desconoce las armas con que se cuenta.
     P.- En algún sitio he leído que, bien utilizada, puede ser más mortífera una sonrisa que una daga.
     Hamlet.- Depende del carácter de cada cual. A mí me va mejor hacerme el loco. Pero, en el fondo, es una cuestión de simple estrategia.
     P.- Que puede tener efectos no deseados.
     Hamlet.- Toda acción los tiene. Las muertes de Polonio y Ofelia no eran necesarias ni deseadas, pero se justifican por sus resultados.
     P.- ¿Por sus resultados? Tampoco fueron excelentes, con todos ustedes muertos en montonera.
     Hamlet.- Ahora quien ironiza es usted... mas... no se trataba de salvar unas vidas, sino de salvar unos principios.
     P.- Ahora es usted quien debe perdonarme a mí.
     Hamlet.- No se preocupe.
     P.- ¿Amaba usted a Ofelia?
     Hamlet.- No estoy seguro. El amor es otra de las cuestiones que requieren sistemática duda.
     P.- ¿Y el fantasma de su padre?
     Hamlet.- Puedo asegurarle que cuando los muertos salen de sus tumbas se acerca el Apocalipsis. Lo que, traducido a términos entendibles, significa que cuando se sacan los muertos a pasear es porque el orden social está en crisis. Es el primer síntoma.
     P.- ¿Sabe que hay muchos Hamlets distintos?
     Hamlet.- Se confunde. Lo que ocurre es que la extraordinaria densidad de la obra de Shakespeare impide, en la práctica, que sea representada literalmente. Lo que tiene por consecuencia que cada maestrillo tire de la manta para sí mismo. Sin embargo, la idea fundamental suele quedar a salvo: la lucha del individuo contra el poder usurpador.
     P.- En la época barroca, los papeles femeninos eran representados por hombres. ¿Qué consecuencias para la escena ha tenido el que las mujeres accediesen a ella?
     Hamlet.- Que las Ofelias sean menos ambiguas...
     P.- ¿...?
     Hamlet.- ...y que los muchachos perdiesen sus propios papeles... que los representan señoritas. Todo sigue igual. Nada cambia.
     P.- Eso sí es una sonrisa
     Hamlet.- No esté usted tan seguro. Tal vez sea una daga disfrazada.
     P.- Quiero preguntarle algo muy personal.
     Hamlet.- Atrévase.
     P.- ¿Por qué vive usted en Inglaterra?
     Hamlet.- Porque soy inglés
     P.- Pero siempre creímos que usted era príncipe de Dinamarca.
     Hamlet.- Shakespeare sabía cuidar de su cabeza. En aquellos tiempos, María Estuardo, madre del rey, no escatimaba infidelidades conyugales, y al hijo, Jacobo I, nunca le faltaron amantes en sus cámaras. El hecho de que éste decidiese contraer matrimonio con Ana, princesa danesa, convenció a Shakespeare de que esa nacionalidad sería una transferencia motivada y comprendida. Puedo asegurarle que soy inglés.
     P.- ¡Menuda primicia!
     Hamlet.- No es sino un detalle que muchos han dejado pasar por alto: ya tiene lo que buscaba. Y ahora ha de disculparme: como le anuncié, no dispongo de mucho tiempo.
     Tras el telón, en el patio de butacas, se oyen ruidos y voces. Hamlet me despide amablemente con estas palabras: "Van a proyectar una película, como todos los días. La de hoy creo que tiene por título “Los Descerebrados Sincrónicos”. Una forma que tiene mi padrastro, el usurpador Claudio, de desviar la atención de sus súbditos".
     Salgo huyendo precipitadamente para no enfrentarme al reino del horror y de la tiranía. Lo confieso, no soy tan valiente como el príncipe Hamlet.

Publicado en Diario Lanza el 16 de Enero de 2012

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