lunes, 16 de abril de 2012

El Ángel Demoníaco

Galería de Inmortales

             El Ángel Demoníaco
                                             Francisco Chaves Guzmán


De todos modos,
esto es cierto:
sea cual fuere
el significado de mi grito,
está destinado a perdurar
más allá de todo fin posible.
(Teorema,
Pier Paolo Pasolini)

     No resulta sencillo identificar el lugar en que nos hallamos. ¿Etéreo? Sí, pero también de una concreción física apabullante. Diríase una nube a la que sostienen inabarcables columnas de granito. No tiene patria, aunque quizá nos encontramos en el norte de Italia, porque muy cerca se oyen frases que guardan la sonoridad del dialecto friuliano. Tal vez nos encontramos en Túnez, o en Siria, o en La India, llegados en compañía de un demonio con rostro angelical. Tampoco es improbable que naveguemos a bordo de una plataforma, filmando la transformación de cúpulas y torres en carnosos senos y erectos penes.
     El ángel demoníaco viste con corrección, a la manera deportiva de los jóvenes de clase media. Sonríe armoniosamente. Digamos que es agraciado, algo tímido, de afable predisposición. Sobre su regazo, cogido con ambas manos, mantiene un libro de Rimbaud. Aparenta esperar una mirada de aliento, o de súplica, para dar comienzo a la acción.
     Ángel.- Supongo que sabe que soy hombre de pocas palabras.
     El Periodista.- ¿Me permite que le llame Ángel?
     Ángel.- No veo por qué no.
     P.- Puesto que Pasolini omitió su nombre tanto en su novela como en su película...
     Ángel.- Me parece adecuado.
     P.- No puede imaginar lo mucho que le agradezco el haberme recibido, conociendo su gusto por la soledad y el ensimismamiento.
     Ángel.- Y yo el que me visite, teniendo en cuenta el temor que infundo. No se sentirá usted mismo azorado...
     P.- En absoluto. Hace tiempo que traspasé los siete círculos del fuego.
     Ángel.- Lo sé. He leído algunas obras suyas. Pero dígame, ¿en qué puedo ayudarle?
     P.- En lo de siempre. Saber más. Sobre usted.
     Ángel.- Sobre mí y sobre “Teorema” ya dio Pasolini todas las explicaciones en la entrevista que concedió a Jean Duflot.
     P.- Muy interesantes. Pero yo deseo tener su propia versión. Por cierto, fue en el transcurso de dicha entrevista cuando Pasolini dijo que usted era un ángel.
     Ángel.- Y que aprovecharon muchos críticos para llevar el agua sagrada de “Teorema” al molino del catolicismo.
     P.- Sin entender que para un ateo como Pasolini lo sagrado tiene poco que ver con la institución religiosa.
     Ángel.- ¿Quiere una versión más, entre las muchas dadas?
     P.- ¡Exacto! Y en primer lugar, ¿es usted un ángel?
     Ángel.- ¡Je, je! Bueno, sí. En cierto modo, sí. Tiene que tener en cuenta que soy protagonista de una anunciación. Además, a través de mí, se produce una revelación.
     P.- La revelación del erotismo, de la sexualidad sin barreras. Eso no parece ser muy angelical.
     Ángel.- Tenga en cuenta que el erotismo es un hecho cultural, que viene determinado por los hábitos de conducta y las complejas formas del pensamiento colectivo.
     P.- ¿Qué quiere decir con eso?
     Ángel.- Que el erotismo puede ser, y lo ha sido muchas veces, un elemento sagrado de una cultura.
     P.- ¿Cómo explicar, entonces, que los personajes de la novela, a quienes usted había revelado el erotismo, siguieran caminos tan tortuosos?
     Ángel.- El miedo. Se vieron a sí mismos tan alejados de las convenciones sociales, les entró tal ataque de pánico, que decidieron exiliarse de su nuevo conocimiento. La verdad es que al traicionarme a mí se traicionaron a sí mismos.
     P.- ¿Traicionaron a Dios?
     Ángel.- A lo sagrado, llámese Jehova o Dyonisios.
     P.- ¿También Pablo, el padre?
     Ángel.- No. El padre sí encontró el erotismo sagrado. Por eso huyó al desierto y gritó proclamando su existencia y su ser. Digamos que se aprestó a atravesar el desierto buscando la tierra prometida.
     P.- ¿El erotismo prometido?
     Ángel.- Desde luego. Pero no sólo la sexualidad, sino también el erotismo de las pequeñas cosas, del pensamiento, del espíritu...
     P.- Pero las relaciones de usted con los integrantes de la familia no fueron precisamente platónicas.
     Ángel.- Fueron sexuales y completas. Uno no puede andarse con remilgos si anuncia la nueva revolución.
     P.- Que para la mayoría significó un fracaso.
     Ángel.- Muchos son los llamados y pocos los elegidos. Pero no creo que debamos hablar de fracaso: puesto que desconocemos el final de sus respectivas historias, no sabemos si el fracaso fue permanente. Una revolución puede tener, tiene, efectos a largo plazo.
     P.- ¿Cabe, pues, alguna esperanza?
     Ángel.- Sin lugar a dudas. Estoy contento con mi trabajo, creo no haber sembrado en baldío.
     P.- ¿No es demasiado optimista?
     Ángel.- Sin optimismo no son posibles ni las revelaciones ni las revoluciones. Y hay un dato que me avala: mientras los miembros de esta familia huían de mí, en pos de su propia destrucción, no dejaban de buscarme.
     P.- ¿Es tan importante el erotismo, la sexualidad?
     Ángel.- Voy a proponerle una filigrana mental. Imagínese por un momento que la Lombardía desease verdaderamente la independencia. ¿Qué hacer para lograrlo? Imagínese que los habitantes de todas las ciudades y pueblos de la cuenca del río Po organizan una espontánea bacanal en las calles y en los campos. ¿Cómo le haría frente el estado?
     P.- Eso es política-ficción.
     Ángel.- Le advertí que era una filigrana. Pero es también una parábola. Para concretar que no es posible la libertad individual ni la independencia de criterio sin dinamitar la represión sexual.
     P.- ¿Me habla de la miseria sexual y de la miseria económica? ¿Es usted comunista?
     Ángel.- Soy marxista. El comunismo no ha sabido hacer frente a sus propias contradicciones.
     P.- ¿No está usted pasado de moda?
     Ángel.- Ya le he dicho que toda revelación fructifica a largo plazo.
     P.- Acláreme a qué fines puede servir la represión de la sexualidad. No lo veo claro.
     Ángel.- Siendo la sexualidad un bien gratuito e inagotable, es una competencia demasiado grande para los mercaderes. La sociedad de consumo no hace otra cosa que arrebatarles la sexualidad a los hombres para vendérsela después, descafeinada y envuelta en celofán de colorines, como si fuese una manufactura.
     P.- Pero la represión sexual ha existido siempre, no es monopolio de nuestra cultura.
     Ángel.- Efectivamente, como siempre han existido los mercaderes. Mientras los haya, mercaderes de cualquier cosa, física o mental, no se permitirá disfrutar de un bien tan placentero sin pagar por él un alto precio. Sea cual fuere el tipo de precio que se pague.
     P.- ¿Y cuál es el teorema que nos propone?
     Ángel.- El corolario de esta conversación. Dice así: “esparcid unas gotas de sexualidad libre en la sociedad burguesa, y ésta saltará rota en mil pedazos”. No es sólo un teorema, sino también una profecía.

     Las facciones del ángel comienzan en este momento a transfigurarse. Lentamente, su rostro adquiere los gestos y las arrugas del propio Pasolini, que ya filma con pasión desde la plataforma voladora.
     Porque, efectivamente, como ya intuí al comienzo de la entrevista, navegamos a bordo de un plató cinematográfico. Ahora a mucha altura. Y la distancia permite observar que los falos y senos, en que se habían convertido las torres y cúpulas, están perfectamente alineados. Y forman una inmensa cruz gamada sobre la ciudad de los mercaderes. De la misma forma en que ya lo advirtiera Pasolini en otra de sus novelas, “Petróleo”.

Publicado en Diario Lanza el 16 de Abril de 2012

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