lunes, 9 de abril de 2012

Dorian Gray

Galería de Inmortales

                 Dorian Gray
                                          Francisco Chaves Guzmán


Es triste pensarlo,
pero no puede dudarse
que el talento
dura mucho más que la belleza.
(El Retrato de Dorian Gray,
Oscar Wilde)

     Sobre la mesa de su despacho londinense, perfectamente doblado, hay un ejemplar del sensacionalista The Sun. La mesa, al igual que los sillones y un arcón victoriano, es de regia caoba. Todo lo demás es pura floritura: las cortinas de terciopelo con bordados casi surrealistas; la cenefa, que reproduce gárgolas, sobre las paredes de un rosa muy pálido; los medallones, remarcados en plata, que muestran miniaturas campestres de Gainsborough; la falsamente servicial sonrisa del mayordomo, al servirnos el té en unas porcelanas barrocas, modelos del refinamiento.
     Y Dorian Gray, con sus aristocráticas maneras de movimiento envarado, de educado distanciamiento, de interpretación exclusiva del dandismo.
     Dorian Gray.- He realizado un gran esfuerzo para atenderle, créame. A última hora he recibido una invitación muy importante, diría que trascendental.
     El Periodista.- Se lo agradezco enormemente. Esta entrevista también es muy valiosa para mí.
     Dorian Gray.- Admiro a las personas que han de trabajar para ganarse la vida. Debe tener una gran fuerza romántica estar expuesto a quedar en el arroyo si el ominoso Destino decide que pierdas el trabajo.
     P.- ¡No lo sabe usted bien!
     Dorian Gray.- Pero lo imagino. En los salones también se habla de la pobreza y de la caridad.
     P.- ¿Es usted un hombre gris, señor Gray?
     Dorian Gray.- ¿Pretende insultarme?
     P.- Le recuerdo que habíamos pactado que en este coloquio no habría condiciones previas.
     Dorian Gray.- No tiene importancia: estoy acostumbrado al escándalo y a la maledicencia.
     P.- ¿Es un hombre gris?
     Dorian Gray.- A Oscar Wilde le parecía gris todo aquello que no fuese corromper a los jovencitos. Por eso me llamó Gray, por no ser un degenerado. Pero en inglés americano, para marcar más las distancias.
     P.- Él decía no buscar amantes, sino amigos.
     Dorian Gray.- Oscar trató de ridiculizarme. ¿Sabe que el primer título de mi novela fue “The importance of being Gray”? El mismo chiste que con Ernest. Indica poca imaginación para un poeta. Cambió el título de la obra cuando sus amigos se lo recordaron.
     P.- Era un gran poeta, un gran novelista, admirable, sobretodo por haberle alumbrado a usted.
     Dorian Gray.- Su verdadera vocación era la pintura al óleo.
     P.- ¿Tuvo relaciones eróticas con él, señor Gray?
     Dorian Gray.- ¡Qué disparate! Los novelistas y sus personajes no tienen otra relación que la meramente literaria.
     P.- No ha contestado a mi pregunta. ¿Es Dorian Gray el sosia de Alfred Douglas?
     Dorian Gray.- Me limito a ser el paradigma del libertino victoriano. He marcado un hito.
     P.- Reconozco que lo que dice es cierto. Entonces, ¿fue amante de Basil Hallward?
     Dorian Gray.- Como personaje de ficción, no tengo nada que ocultar. Basil hizo mi retrato porque mi belleza exaltó sus sentidos y su sensibilidad.
     P.- Le retrató en cuerpo y alma, le descubrió, le dijo quién era. Y usted le traicionó con Henry Wotton.
     Dorian Gray.- Henry me salvó de las garras de Basil, que atenazaban mi tierna piel adolescente, de un amor que se aprovechaba de mi ingenuidad.
     P.- Henry tampoco era inmune a su belleza.
     Dorian Gray.- No es lo mismo tener debilidades en las cimas del libertinaje que ser esclavo de sentimientos afeminados.
     P.- Me parece que usted no necesita de sentimientos para ser afeminado.
     Dorian Gray.- Una pose, para atraer a las mujeres.
     P.- Me parece que su espíritu mujeriego también es una pose. Una pose para olvidar y hacer olvidar sus pensamientos más íntimos.
     Dorian Gray.- Es usted muy escrupuloso, como Basil Hallward.
     P.- Me temo que no, señor Gray. Pero tampoco soy un cínico superficial, como Henry Wotton. Prefiero la armonía que surge al combinar lo apolíneo con lo dionisiaco. Me parece usted vulgar.
     Dorian Gray.- ¿Vulgar el árbitro de la elegancia, el dandi por excelencia, el más bello de los hombres?
     P.- Vulgar por faltar a su palabra, por su frivolidad, por cometer un crimen, por no respetar a sus amigos.
     Dorian Gray.- Yo no tengo amigos.
     P.- ¿Por qué lo mató? ¡Dígamelo! No tiene nada que perder... está usted a salvo.
     Dorian Gray.- Le voy a ser sincero. Basil era el espejo en que yo me miraba. Mi conciencia más íntima, porque él sabía todos mis secretos, todos mis deseos, todo aquello que yo quería borrar de la memoria.
     P.- ¿Y Sibila? ¡Pobre muchacha!
     Dorian Gray.- Yo la amaba.
     P.- ¡Qué mentiroso es usted!
     Dorian Gray.- Por favor, no...
     P.- ¡Sibila, qué nombre más adecuado! El oráculo que le anunció que se convertiría en un asesino... que jamás dejaría de ser el malicioso muchacho que se dejaba admirar por Basil.
     Dorian Gray.- No sea cruel...
     P.- Confiese que cuando Sibila bajó del escenario y dejó de ser una heroína de teatro, que cuando tomó cuerpo ante usted y usted la besó, supo que ella no podría nada contra las llamas del vicio y de la lujuria que le devoraban.
     Dorian Gray.- No, por favor...
     P.- ¿Le recuerdo una frase suya?
     Dorian Gray.- “Sólo Sibila hubiese podido salvarme”.
     P.- Y aún otra: “estamos en la patria de la hipocresía”.
     Dorian Gray.- La reconozco como mía.
     P.- Usted es la patria de la hipocresía.
     Dorian Gray.- Tenía miedo.
     P.- Y mala conciencia. Y unos deseos terribles de confesar todas sus supercherías. Pero no: en vez de hacerlo, se rodeó de bordados, de tapices, de joyas.
     Dorian Gray.- Y de mujeres.
     P.- De muchas mujeres. Dígame, señor Gray, ¿no le hubiese gustado cambiar un poco de su belleza por algo de inteligencia?
     Dorian Gray.- En absoluto. Sólo el vulgo necesita de la inteligencia para prosperar. En la clase alta nos bastamos con la perspicacia.
     P.- Me parece usted un imbécil.
     Dorian Gray.- Bueno... no soy del todo idiota. ¿Ve qué bien vivo? Además, desde que me suicidé me tienen las gentes en mejor concepto... será por lo del arrepentimiento.
     P.- Querrá decir del simulacro de suicidio. Hubiese sido capaz de hacerlo media docena de veces al día: en el doble intento narcisista de atraer la atención y desviarla al mismo tiempo.
     Dorian Gray.- ¿Ve como no soy tan imbécil?
     Mientras el mayordomo me acompaña observo que, tras de un biombo, se encuentra una reproducción del tríptico del Jardín de las Delicias. Ya en la puerta, me vuelvo hacia Dorian Gray: “¿Le importa decirme de qué trata la ineludible cita que tiene después?” Sonríe: “Voy a presidir un pase de modelos en la discoteca Skarnio. Intentamos hacer una cuestación con fines humanitarios. ¿Le interesa conocer a alguna de las chicas?”
     No puedo dejar de lanzar una mirada lenta y ostensible al cuadro que el biombo trata de esconder, sin conseguirlo.

Publicado en Diario Lanza el 9 de Abril de 2012

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