lunes, 21 de noviembre de 2011

Doctor Stockmann

Galería de Inmortales

         DOCTOR STOCKMANN
                                                 Francisco Chaves Guzmán

Plebeyos serán siempre
los que acaten sin discusión
lo que "piensa" la mayoría
(es un decir),
o lo que ordenen sus superiores.
(Un enemigo del pueblo, Henrik Ibsen)

     Generoso, como siempre lo ha sido, el Doctor Stockmann me recibe en su casa ofreciéndome ponche caliente en una cazoleta de plata. Es un hombre de mediana edad, cabello gris con pronunciadas entradas y esa mirada profunda de los que no se arredran por nada. Para cualquiera que lo vea, resulta evidente que su gesto, mitad irónica sonrisa y mitad seria reconcentración, denota inteligencia y sensibilidad.
     Vive cerca de Oslo, entre pinos milenarios y aguas en torrentera, un tanto alejado de todo y otro tanto cercano a todo. En su invernadero, plantados en macetas de vivos colores, cultiva diminutos tomates, manjar exquisito y exótico con el que agasajar a sus amigos.
     Dr. Stockmann.- ¡Bienvenido sea usted! Me gusta tener en casa gente que me estimule.
     Periodista.- Gracias. Pero tenga en cuenta que mi labor no es la de estimularle, sino la de sonsacarle.
     Dr. S.- Sé que hará ambas cosas. Pregunte sin reparos.
     P.- Verá, Dr. Stockmann, resulta que en mi país hay opiniones encontradas sobre usted. Sobre si es un innovador o un reaccionario.
     Dr. S.- Esos términos han sido tan manoseados que ya no significan nada.
     P.- ¿Podría clasificarse a sí mismo con otras palabras?
     Dr. S.- Yo soy un Enemigo del Pueblo.
     P.- Al que estuvo a punto de concedérsele el titulo de Amigo del Pueblo.
     Dr. S.- Afortunadamente, tal cosa no ocurrió.
     P.- ¿Por qué afortunadamente?
     Dr. S.- Puesto que tales recompensas son otorgadas por quienes ostentan el poder, esos nombramientos suelen caer siempre en aduladores, o en fariseos, o en corruptos.
     P.- Y usted no lo es.
     Dr. S.- Gracias a no serlo se me colgó el sambenito de Enemigo del Pueblo, que hoy tanto me honra.
     P.- ¿Dice que le honra?
     Dr. S.- Sí. Porque, al provenir también del poder, la descalificación se convirtió en reconocimiento de que mi dignidad no había sido doblegada por las intrigas.
     P.- ¿Se considera usted demócrata?
     Dr. S.- Yo entiendo por democracia el que un ciudadano pueda defender públicamente sus ideas sin temor a las represalias de aquellos a los que se les llena la boca con la palabra "democracia".
     P.- Pero usted no respeta la voluntad de la mayoría.
     Dr. S.- No cuando esa voluntad ha sido mediatizada previamente por los medios de comunicación.
     P.- Tenga en cuenta que la libertad de prensa es piedra angular de la sociedad democrática.
     Dr. S.- Y que no existe cuando los medios de comunicación están en manos de las tramas financieras. Veamos, ¿tenemos usted o yo alguna posibilidad de fundar una cadena de televisión?
     P.- Si encontramos los medios financieros...
     Dr. S.- ¿Y que piensa que van a exigirnos para poner en nuestras manos esa financiación?
     P.- Moderación.
     Dr. S.- Y prudencia. Bueno, lo que los poderosos entienden por moderación y prudencia. Y que, desde la cadena, modelemos la voluntad de la mayoría para que apoye sus proyectos.
     P.- Para que apoye el Balneario.
     Dr. S.- Digamos que el interés común. El interés común de los socios del Balneario, claro. Y de los especuladores con los terrenos adyacentes.
     P.- Tenga en cuenta, Dr. Stockmann, que en la actualidad... los mecanismos de control...
     Dr. S.- No sea ingenuo, amigo mío, los mecanismos de control también son controlados por los socios del Balneario.
     P.-... y el hecho de que mi periódico ofrezca un espacio a un Enemigo del Pueblo...
     Dr. S.-... no sirve para cambiar mi opinión.
     P.- Le ruego conceda a mi periódico el beneficio de la duda.
     Dr. S.- No es mi intención negárselo... generalizaba. Por cierto, ¿le apetece tomar otro ponche?
     P.- Se lo ruego: hace un día gélido.
     Dr. S.- Me agrada usted, ¿sabe? No suelo confiar en los hombres que sólo beben té.
     P.- Le confieso que yo tampoco.
     Dr. S.- Lo imaginaba. No se le encarga a cualquiera entrevistar a un Enemigo del Pueblo. Por cierto, ¿reconoce la música que tenemos de fondo?
     P.- Por supuesto. Es Peer Gynt, de Edward Grieg, el héroe musical noruego.
     Dr. S.- No es contradictorio que un Enemigo del Pueblo ame a su patria y se apoye en sus raíces.
     P.- Pero tengo entendido que a Ibsen no le gustaba la adaptación musical de su poema.
     Dr. S.- Estoy convencido de que hoy tendría otra opinión al respecto.
     P.- ¿Cree que es posible cambiar de opinión?
     Dr. S.- No sólo es posible, sino también necesario. ¿Qué sería, en caso contrario, del progreso y de la ciencia?
     P.- ¿Y de ideas políticas?
     Dr. S.- Ya sabe que cuando una idea se convierte en dogma se esclerotiza. Entonces es preciso salir en busca de algo nuevo.
     P.- ¿Y dónde quedan las convicciones?
     Dr. S.- En que una mentira será siempre una mentira, sirva a quien sirva. Y que, cuando los principios éticos están supeditados a los intereses de unos pocos, la sociedad es una cloaca. Hay que cambiar para salir de la cloaca.
     P.- ¿No basta con una mano de pintura?
     Dr. S.- Marrullerías políticas de quienes anteponen su propio bienestar y beneficio.
     P.- ¿No fue usted demasiado lejos al poner en peligro el bienestar de su propia familia?
     Dr. S.- ¿Es que por tener mujer e hijos voy a perder mi derecho a decir la verdad?
     P.- Podría haber mirado hacia otra parte...
     Dr. S.-Yo no soy un plebeyo.
     P.- ¿Se considera un aristócrata?
     Dr. S.- Usted ya sabe que para mí es plebeyo quien acata sin discusión lo que ordenan sus superiores.
     P.- No me negará que obró con descuido, sin cubrirse las espaldas, falto de estrategia.
     Dr. S.- ¿Quién se acordaría hoy de mí si yo hubiese sido un hombre asustadizo y moderado, un mercachifle, un pusilánime?
     P.- Hay quien opina que usted es un visionario.
     Dr. S.- ¿Quiere decir un utópico? Puedo asegurarle que si la utopía es la búsqueda de las verdades cotidianas y de la libertad personal, yo busco la utopía.
     P.- ¿Qué no debe hacer nunca un hombre que camina en pos de la dignidad?
     Dr. S.- ¿Nunca? Envilecerse obrando contra sus ideas, de manera que tenga que avergonzarse de sí mismo y escupirse a su propia cara.
     P.- ¿No está plagiando a Ibsen?
     Dr. S.- Me cito a mí mismo.
     Las aguas de fiord al que alguien propuso, hace más de cien años, arrojar al Doctor Stockmann están negras y heladas. Un sol oblicuo, lejano, presta rojizas tonalidades al verde de los infinitos bosques.
     Mientras, un grupo de chavales juega en la nieve, aparentemente ajenos al drama que se representa en las cuatro esquinas del planeta.

Publicado en Diario Lanza el 21 de Noviembre de 2011

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