ESPIRALES ELÍPTICAS
Medianoche en París
Francisco
Chaves Guzmán
Algunas veces, no me cabe duda,
también es bueno ir al cine con el ánimo dispuesto, simplemente, a pasar un
buen rato. Lejos de los grandes temas filosóficos y sociales, que no debemos
dar por superados pero sí momentáneamente aparcados. Para conseguirlo es
preciso encontrar una película inteligente, bien diseñada, que nos ofrezca
grandes placeres estéticos y que nos trate como a personas con la cabeza bien
amueblada y no como consumidores de bazofia.
Un ejemplo actual de tal tipo de
cine lo encontramos en la ingeniosa “Midnight In Paris” (los distribuidores
españoles decidieron respetar el título original), con la que el brillante
Woody Allen retoma la senda de su cine más divertido e inteligente, proponiendo
un viaje en el tiempo a los felices años veinte y, desde allí, en un doble
bucle, una visita a la bohemia de los últimos románticos.
Y así, tomando unos tragos por los
tugurios de Montmartre y del Quartier Latin en noches frenéticas y delirantes,
cruzar unas palabras con los grandes escritores de la época, comprender las
visiones multiformes de las vanguardias, incluso observar la danza de algún
torero hispano, pues allí estaban todos los que tenían algo que decir, en una república
de las artes donde a nadie se le pedía su pasaporte ni el certificado de buenos
modales.
Y es de esta forma, a través de una
comedia vertiginosa, que Woody Allen compara el París actual, abarrotado de
turistas uniformados, con el de entonces, ocupado por artistas en trance y de
donde los turistas puritanos huirían aterrorizados. Woody Allen muestra toda la
nostalgia que siente por un tiempo definitivamente desaparecido. Pues ya se
sabe que sí es posible sentir nostalgia por momentos y situaciones que nunca se
han vivido.
“Midnight In Paris” es una obra para
los sentidos. La música, el jazz, inunda toda película. La fotografía de un
París decadente llena el espíritu de belleza. Yo diría que se pueden oler las
calles tras la lluvia y el humo de los cigarros, que la absenta quema las
gargantas, que el espectador es capaz de sentir bajo sus dedos la textura de
muebles y vestidos. Y que merece la pena aunque sólo sea por oír las palabras
de aquellos creadores que cambiaron el arte y la literatura.
Publicado en Diario Lanza, de Ciudad Real, el 1 de Diciembre de 2014.