Megalomanía
Francisco Chaves Guzmán
Durante la primavera de 2045, tras los estruendosos fracasos que supusieron las prohibiciones de respirar y pensar, los ideólogos del Gobierno Global descubrieron algo que llevaba descubierto cientos de años: la megalomanía. Decididos a terminar con la falta de entusiasmo en algunas provincias y protectorados, una vez consultados los asesores duchos en análisis histórico e histriónico, concluyeron que la utilización de ciertas personas con ínfulas mesiánicas se derivaría en inmensos beneficios para el orden social. Con lo que se dio luz verde al neocaudillismo megalómano.
El nuevo sistema de control fue presentado como un avance sustancial en el difícil camino hacia la democracia global, que acabaría de una vez por todas con la insumisión mental, las dudas sistemáticas y el individualismo insolidario.
Con tal fin se diseñó un dispositivo capaz de localizar individuos con una serie de características mentales idóneas para la misión que se les encomendaría. Con un buen nivel de formación, pero no demasiado cultas. Más intuitivas que inteligentes. Capaces de hablar de grandes ideales, pero anteponiendo siempre su narcisismo. Convencidos de haber sido tocados por fuerzas telúricas y cósmicas para salvar el planeta de la abominación. Teatrales, ególatras, intolerantes, puritanos y estoicos.
Así nació la casta de los nuevos dictadores, convencidos de que se habían hecho a sí mismos, seguros de su poder sobre los montes, los valles y las personas. Dispuestos a ocupar un sitio clave en la historia de la humanidad y conseguir por primera vez un imperio que durase mil años. Rodeados de sublimes rituales, de ofrendas de flores, de cánticos corales, de sumisos criados y de cámaras de televisión.
Zambullidos en su megalomanía no fueron capaces de advertir que su aparente poder omnímodo dependía de unos hilos manejados desde fuera, que eran simples marionetas bailando la danza del inminente desastre.
Ciudad H7Q22
Enero de 2101
Publicado en Diario Lanza el 26 de Noviembre de 2012