miércoles, 6 de mayo de 2009

Ángel Romera, Curiosidad y Constancia

ESPIRALES ELÍPTICAS

         Curiosidad y Constancia
                                                      Por: Francisco Chaves Guzmán

     Vaya por delante que el espíritu investigador de Ángel Romera es difícil de entender si no se ha comprendido antes que nos encontramos frente a un hombre en las antípodas de la bohemia, ajeno a lo histriónico, impermeable al narcisismo. Precisamente por ello, lo que más admiro en él es su extraordinaria capacidad de trabajo. Incansable, lo que le permite afrontar al mismo tiempo diversas tramas de su labor de indagación.
     Por otra parte, lo que más me gusta de Ángel Romera es una especie de barroquismo que no utiliza para adornar la frase, algo en él inconcebible, sino para proporcionar matices que procuren al lector la esencia de su discurso.
     Hay una anécdota en su juventud que indica claramente un rasgo decisivo de su carácter: Siendo estudiante en Madrid consiguió una entrevista personal con el Ministro de Asuntos Exteriores, a fin de solicitar permiso para fotocopiar un documento que se guardaba en el Ministerio, permiso que le había sido denegado en todos los escalones inferiores. Lo consiguió. Su fe en sí mismo y su bendita tozudez le abrían las puertas de lo que más tarde sería la pasión de su vida.

     Ese documento era nada menos que el manuscrito de un poeta manchego de principios del siglo XIX, Carlos de Praves, de quien se había perdido toda memoria. Acaba de publicarse la edición crítica de las "Obras Completas" de este poeta recobrado, a cargo naturalmente de Ángel Romera, por el Instituto de Estudios Manchegos.
     Tirando del ovillo de esa primera madeja, Ángel Romera, cual Ariadna de nuestros tiempos, encontró a otro desaparecido, el escritor alcazareño Juan Calderón, del que ha publicado las ediciones críticas de su "Autobiografía" y de su "Cervantes Vindicado".
     Y en un escondite del ovillo apareció el periodista y dramaturgo de Ciudad Real Félix Mejía, a quien consagró las tres mil quinientas páginas de su tesis doctoral, "Vida y Obra de Félix Mejía", tesis por la que obtuvo el Premio Nacional NIFO de Estudios Humanísticos. Ahora está en prensa la edición crítica del Teatro Histórico y Social de Félix Mejía.


     Otros muchos escritores manchegos han sido recobrados para la memoria colectiva en el transcurso de estas investigaciones, ilustrados y liberales del siglo XIX, la mayoría de ellos represaliados, perseguidos y emigrados a Francia, Inglaterra y América. Toda esta generación de grandes escritores condenados al olvido, que ha sido rescatada por Ángel Romera escarbando en Universidades y Bibliotecas de medio mundo, es el objetivo de su ensayo "Ilustración y Literatura en Ciudad Real", editado por la Biblioteca de Autores Manchegos. En la ampliación de este ensayo trabaja ahora, con el objetivo de completar una Historia de la Literatura Manchega a partir del siglo XIV.
     También ha publicado el ensayo "Estudios sobre Literatura e Historia". Así como numerosos artículos en revistas especializadas sobre otros escritores malditos de esta tierra.
     Por supuesto que este trabajo de investigación se encuentra complementado por la actividad creativa. Destacaré el poemario "Palabras Acabadas", de una palpable desolación cubista y romántica. Y la colección de relatos "El Marco de la Noche", de un simbolismo gótico, con reminiscencias, en mi opinión, de Allan Poe.
     También es preciso mencionar que ha dirigido las Revistas de Literatura "Ucronía" y "Línea Abierta". Sin olvidar su labor docente como profesor de Lengua y Literatura Española, algo absolutamente vocacional, pero que no le impide lanzar envenenados dardos contra el sistema educativo en general y contra los planes de estudio en particular.
     El talante liberal de Ángel Romera le lleva a poner continuamente en tela de juicio las decisiones del poder y de sus acólitos. Su espíritu crítico, a desconfiar de la amigocracia y el pasilleo. Su trabajo como investigador, a ensalzar las virtudes de la Lentitud y de la Paciencia. Su curiosidad insaciable, a tener la certeza de que nada en el mundo le es ajeno. Su sentido de la justicia, a la comprensión y la tolerancia. Y su diligencia, a escalar las cimas que se propone.
     Ahora recuerda con sonrisa irónica los tiempos en que sus obras eran sistemáticamente rechazadas por los editores. “Mi problema actual”, dice, “es el contrario: que no puedo satisfacer a todos los que desean publicar mis trabajos”.
     Un ejemplo de constancia.

Publicado en Diario Lanza 4 de Mayo de 2009

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