sábado, 18 de abril de 2009

Paco Carrión, la Bohemia Ilustrada

ESPIRALES ELÍPTICAS

             La Bohemia Ilustrada
                                                    Por: Francisco Chaves Guzmán

     Piensa Paco Carrión, al igual que López Villaseñor, que si no se hubiera alejado de Ciudad Real, se habría ahogado (la misma idea expresó en un poema Ángel Crespo, pero de forma más abrupta). No en vano López Villaseñor fue su primer maestro, de quien aprendió no sólo la técnica de los pinceles y colores sino también una filosofía del arte y de la vida.
     Así que, para no ahogarse, cuando Paco Carrión acabó el doctorado en Bellas Artes decidió explorar nuevos horizontes y marchó a Barcelona. Allí he tenido la fortuna de ser su invitado recientemente.
    Está ubicado su Estudio, Taller de Pintura le gusta a él llamarlo, en la séptima planta de un antiguo edificio en la Plaza de Cataluña y tiene las paredes tan altas que han permitido la construcción de un tablado sobre el cual Paco Carrión se enfrenta a caballetes y lienzos. Y arenga a los amigos, que, dos metros más abajo, escuchan pasmados sus endemoniadas teorías sobre “mecenas, manipuladores, galeristas, críticos y demás fauna que pulula alrededor del talento de los artistas y que, además, están absolutamente convencidos de que los artistas son ellos”.


     El Estudio, en su mayor parte diáfano, alberga cientos de cuadros, estatuas, instrumentos musicales y objetos exóticos de todas las culturas. Y libros, libros, libros, muchísimos libros. Es un templo dedicado al arte y al conocimiento, peregrinación obligatoria de la Barcelona bohemia e intelectual. Desde sus enormes ventanales se ofrece una panorámica de la ciudad que abarca desde la Catedral al Tibidabo. Todos los días, al amanecer, Paco Carrión sale a la terraza, se transmuta en águila y levanta el vuelo. Desde los ventanales puede seguírsele, ya planeando, ya lanzándose en picado, inspeccionando el amplio territorio sobre el que ha levantado su reino. Hasta que se posa sobre el cemento, convertido ahora en Titán gigantesco, como salido de un cuadro de Goya, y camina erguido por las grandes avenidas, cuyos edificios no le llegan a la cintura.
     Su reino. Porque Paco Carrión es el Rey de la República Sintónica. Por doble motivo. Uno, porque está terminando el rodaje de la monumental película “El Rey de la República”, panoplia de experiencias vitales con un metraje ya superior a las veinte horas. Dos, porque escribe sin descanso su ensayo sobre el “Sintonismo”, personalísimo manifiesto en torno al papel del arte y del artista en el terreno de la política y de la filosofía.


     Y es que él es un artista ecléctico y vital, polifacético, comprometido, defensor de la libertad frente a la manipulación, del pensamiento frente al dirigismo, del lúdico quehacer frente al trabajo agónico.
     Pero es, ante todo, pintor. Se declara entusiasmado por la sabia pincelada de Velázquez, por el intenso dramatismo de Goya, por el humor corrosivo de Dalí, por los armoniosos colores de Klimt. Y por la denuncia sistemática del dolor y de la injusticia que hizo su antiguo maestro, López Villaseñor. Por la conjunción de todas estas habilidades y sensibilidades lucha cotidianamente Paco Carrión. De ahí nace su pintura. Narrativa, pasional. De colores valientes, potentes, mazazos de amplísima gama. En las antípodas de la abstracción posmoderna y del decorativismo infantiloide.
     Como forma alternativa de expresar estas inquietudes y emociones ha encontrado nueva vía en el mundo del “comic”, donde pone al servicio de las ideas sus dibujos salvajes en la forma, apoyados en guiones de singular dureza. Destaca entre ellos la serie “Atrocerdades”, que narra las atrocidades llevadas a cabo por un grupo de cerditos escatológicos para defender sus prebendas.
     Pero no sólo de pintura vive el artista. Por tal razón ha creado su propia compañía de teatro, “la Droguería”, que escenifica a los clásicos, desde Shakespeare a Maquiavelo. Y su Cabaret-Concierto, depositario de la sátira de altos vuelos y voz baja. Como no podía ser menos, también toca el bajo en un grupo de Rock’n’Roll.
     En definitiva, Paco Carrión representa al tipo de artista total, capaz de expresarse en múltiples registros y diferentes tonalidades. Un punto renacentista. Ilustrado, por su extenso acervo cultural y experiencia vital. Bohemio, pues le gusta frecuentar las tabernas del Barrio Gótico, del Raval y del mercado de la Boquería.
     Y una frase contundente, que le sirve como tarjeta de presentación: “Un verdadero artista ha de vomitar sobre la época que le toca vivir”.

Publicado en Diario Lanza el 16 de abril de 2009

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