lunes, 17 de marzo de 2014

Se armó La De San Quintín

ESPIRALES ELÍPTICAS
       Se Armó La De San Quintín
                                         Francisco Chaves Guzmán

            ¿Qué circunstancias son necesarias para que se arme la de San Quintín? Nadie conteste: es una pregunta retórica, pues todo el mundo sabe, poco más o menos, con qué ingredientes se monta un buen follón.
            Además, lo que Nieves Concostrina persigue en “Se Armó La De San Quintín” no es la búsqueda científica ni filosófica de las causas últimas, sino algo tremendamente más sencillo, aunque no esté al alcance de todos: ilustrar con buen humor. Una variante jovial del enjundioso “enseñar deleitando”.


            Pues Nieves Concostrina no es solamente una escritora avezada en las sutiles artes del humor negro, el silogismo rocambolesco o el ingenio acrobático, sino también una consumada prestidigitadora , capaz de sacar de su chistera literaria prodigiosas palomas multicolores y apabullantes fantoches casi mitológicos. Por tal razón, en este libro, segunda parte de sus “Menudas Historias De La Historia”, viene a dar testimonio de trescientos hechos —unos graciosos, otros desgraciados— ocurridos a través de los siglos a toda clase de personajes más o menos jocosos u odiosos.
            A partir del medio técnico de una prosa directa y afilada, la escritora se recrea, y nos recrea, en un viaje a través de los despropósitos, disparates y jugarretas que eminentes capitostes han llevado a cabo con naturalidad de bailarinas. El chiste y la ironía le sirven para dejar desnudos, como en el cuento, a los petulantes que decían vestir los lujosos atavíos de la valentía, el discernimiento, el altruismo o la continencia. Y, así, permitir al lector mirar por el ojo de la cerradura de la Historia y ver a los personajes tal cómo eran, lejos de la seriedad o el cretinismo, según los casos, que les confieren los libros de texto.

            La sátira y la sorna, la mordacidad y la rechifla desplazan, pues, a los sesudos academicismos para enseñarnos que todo suceso tiene múltiples dimensiones, que los entusiasmos deben ser revisados a la luz de la letra pequeña, que los decretos son a veces dictados por la adrenalina, que las seguridades pueden ser vencidas por una ligera brisa. Y que los humanos, todos los humanos, sean reyes o poetas, comparten la altura de miras con las asperezas a ras de suelo.

Publicado en Diario Lanza el 17 de Marzo de 2014 

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