ESPIRALES ELÍPTICAS
Todo Por Un SueñoFrancisco Chaves Guzmán
Si Gus Van Sant es un admirado
cineasta a nivel mundial, con una extensa filmografía a sus espaldas, creo que
se debe a la inmensa facilidad que tiene para conjugar el cine de acción con el
estudio psicológico de sus personajes, incorporando a cada una de sus películas
elementos sorprendentes para el desenlace de las mismas.
El ver recientemente, veinte años
después de su rodaje, la asombrosa “Todo Por Un Sueño” me afirma en mi opinión
de que Van Sant es uno de los cineastas más sutiles y líricos de la actualidad.
La trama es muy sencilla: una jovencita de sinuosa mente y sinuosas caderas,
que tiene el sueño de convertirse en estrella de la televisión, no duda en
llegar al adulterio y al asesinato para conseguir su objetivo. Todo ello
sazonado con un ritmo vigoroso de manipulaciones, mafias y sexo explícito.
Hasta ahí, el nivel elemental para todo espectador primario. Pero hay un
segundo nivel más sofisticado y esclarecedor.
Esta es la forma de análisis de la
realidad social que aparece en todo su cine, presentando un envoltorio muy
atractivo, que produzca una descarga de adrenalina en el espectador, para mejor
encajar su pensamiento inconformista, de una gran incorrección en los terrenos
de la política y la moral. Así, en “Mala Noche”, la prostitución no es
consecuencia de la violencia ni de la degeneración, sino del amor imposible y
del hambre. En “Elephant” pone al descubierto las inconfesables motivaciones de
los muchachos que perpetraron la matanza en el instituto Columbine. En “Mi
Idaho Privado” saca a la luz las terribles consecuencias que producen en los
auténticos marginados los jóvenes burgueses que, con las espaldas bien
cubiertas, juegan a la marginación. En “Harvey Milk” muestra los límites que se
ponen a la disconformidad en las democracias avanzadas. En “Will Hunting”
aparecen las graves problemas que a veces deben afrontar los jóvenes que tienen
la suerte y la desgracia de ser superdotados, incluso el de pasar por tontos.
Y, naturalmente, en “Todo Por Un
Sueño” resulta que la asesina y sus tres compinches no son el paradigma de la
maldad, sino el de la imbecilidad, pues hace falta ser unos auténticos patanes
para creer las historias que les cuentan y que se cuentan a sí mismos. En
definitiva, a Gus Van Sant le preocupa la juventud idiotizada, a la que no
perdona su conformismo, su acriticismo y su indolencia.
Publicado en Diario Lanza el 12 de Mayo de 2014
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