martes, 7 de julio de 2009

Jesús Millán, la Danza de los Colores

ESPIRALES ELÍPTICAS

              La Danza de los Colores
                                                  Por: Francisco Chaves Guzmán

     La paleta de Jesús Millán Cueva esconde una gama muy amplia de colores, pero en ella predominan los que son fuertes, puros, abrasadores. Frente a su caballete, se conmueve al ritmo de la música de Brahms, de Mozart, de Chopin, de Albinoni. Y deja que la fantasía vague deslizándose sobre el lienzo virgen, capturando las hermosas imágenes que conformarán la obra. Y es que él jamás comienza un trabajo con una idea preconcebida, sino que se deja arrastrar por los guiños que le devuelve el propio lienzo, con el que guarda una relación de abierta complicidad.
     Creo necesario señalar ahora que la primera vez que visité una exposición de Jesús Millán —hará unos quince años, en el Palacio Medrano de Ciudad Real— tuve la impresión de asistir a un espectáculo de danza, en el que cada uno de los cuadros allí colgados ponía en escena un ballet insondable, de hondas reminiscencias oníricas, tal era la arrasadora fuerza que emanaba.
     Desde entonces me ocurre siempre al enfrentarme a sus obras. Cuando se lo comenté hace pocos días, en lo que fue preludio de este artículo, me miró con ojos incrédulos, como si le estuviese hablando de una pintura para él desconocida: tal vez en ese momento olvidamos ambos que la obra del artista es siempre interpretada según el código del espectador, que el artista es un intermediario entre éste y la idea que lo ha movido.
     Por lo que es muy probable que esa música que a Jesús Millán le gusta escuchar mientras su pincel trabaja continúe viva en sus cuadros, mezclada con el óleo. También que, en cierta forma, las influencias de sus referentes pictóricos —el cromatismo de Mogdigliani y el análisis cubista de Picasso— animen sus lienzos de una manera especial. Aunque dice que sus verdadera influencia y vocación vino de su abuelo Rafael, “un hombre cultísimo y gran artista, que me enseñó a convivir con el arte y la belleza allá en mi pueblo natal, Argamasilla de Alba, durante los años de mi infancia”.

     Y es precisamente su sentido de la belleza el que le ha hecho elegir Almagro como ciudad adoptiva, en cuyos rincones encuentra la necesaria paz estética que permite fluir audazmente sus ensoñaciones, espoleadas por el extraño mestizaje entre la arquitectura monacal y umbría de los Calatravos y la arquitectura jovial y heliotrópica de los Fugger.
     Tal vez este maridaje entre los Calatravos y los Fugger haya servido de caldo de cultivo en el que se han potenciado las características que desde siempre definieron su pintura: el frenético ritmo interno que subyace en todas las composiciones, la refinada sensualidad que brota libremente de las figuras femeninas, la perfecta armonía del color procurando efectos de plenitud, la simbiosis creativa entre las elementales fuerzas de la naturaleza y las sofisticadas de la imaginación, el profundo sentido poético que anima cada uno de sus cuadros…
     No es, por tanto, casualidad que sus ratos libres los dedique a la composición poética. Desgraciadamente, por un prurito de pudor, sus poemas intimistas nunca han visto la luz y se mantienen en el más absoluto de los secretos, cuando bien podrían aportar una visión complementaria a los conocedores de su obra pictórica.


     Jesús Millán, que se define como “paridor de pinturas”, abomina del mercantilismo en el arte (“yo no vivo de la pintura, sino para la pinturas”) y tiene un carácter fuerte, que le lleva a proclamar que “hay que decir siempre la verdad, aunque duela”. Su pintura es verdad. También defiende que la mayor fortuna consiste en tener buenos amigos. Eso es ir con la verdad por delante.
     Y yo, ensimismado espectador, sigo pensando que su pintura es, como decía más arriba, una danza frenética, en que la musicalidad de los colores me lleva a un hondo disfrute estético. Sensación que se acentúa en la contemplación de sus admirables murales.

Publicado en Diario Lanza el 5 de Julio de 2009

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