jueves, 12 de marzo de 2009

Sonrisas Furtivas

ESPIRALES ELÍPTICAS

                           Sonrisas Furtivas
                                                   Por: Francisco Chaves Guzmán

     ¿Existe el Cine de Autor o es solamente una figura inventada por los estudiosos y los críticos? Véase el caso de José Luis Margotón: cómo pergeña guiones, localiza exteriores, realiza el “casting” de quienes interpretarán sus películas, las dirige, lleva a cabo el montaje, selecciona la música… y, poniéndose la cámara al hombro, se lanza a la aventura de narrar historias insobornables.
     ¿El resultado? Hablo hoy de dos películas que definen su naturaleza como creador de sueños, Uñas de Escolopendra y Pitos y Flautas. Entre ambas dibujan un mosaico de veintiún micrometrajes que forman una unidad temática y estilística, a la manera de un poema cinematográfico compuesto de diferentes movimientos, cada uno de los cuales apuntala armoniosamente al conjunto.
     Y lo consigue de una manera en apariencia sencilla: primeros planos grotescos, contraluces atrevidísimos, engarzamientos musicales sutiles, diálogos costumbristas, monólogos introspectivos, cámara subjetiva… y una gran dirección de actores, como demuestra el hecho de haber sabido coordinar el trabajo de una treintena de aficionados, en su mayoría primerizos, resaltando sus cualidades y escondiendo su inexperiencia. Cabe consignar el descubrimiento de Eduardo Prada como actor con multitud de registros y recursos.
     José Luis Margotón no esconde sus referentes, sino que los muestra de manera explícita dedicando algunos de los episodios a sus cineastas más admirados: Blake Edwards, Bergman, Buñuel, Pasolini. Y también, implícitamente, al cine mudo y al documental.
     Con estas referencias, no es de extrañar que estas obras de José Luis Margotón sean un cine de humor, unas veces fabricado con “gags” efectistas, otras proponiendo paradojas contundentes, otras más utilizando un finísimo olfato intelectual que anima a descubrir relaciones causales inverosímiles, que tal vez otros soslayarían como tributo a lo correcto. Un humor descarnado y ácido, que no propone la carcajada ruidosa, sino la sonrisa cómplice del espectador.
     Ni puede resultar extraño que este cine sea ideológico y que, por lo tanto, se pongan en tela de juicio las convicciones, las convenciones, las creencias, los partidismos, las costumbres. Ni que se haga preguntas acerca de la moral, el amor, el sexo y la muerte. De tal manera que la sonrisa propuesta por este humor jamás será ostensible pasatiempo, sino furtiva connivencia.
     Ni tampoco debería extrañar que contenga múltiples imágenes surrealistas. Pero no herméticas ni cabalísticas, antes bien divertidos instrumentos que alivian la carga intelectual y allanan el camino hacia lo que he llamado sonrisa furtiva (no en vano eran tales cineastas los referentes).
     En mi opinión, Uñas de Escolopendra y Pitos y Flautas son dos películas esclarecedoras y regocijantes, que mantienen al espectador no entretenido, sino expectante. Y se me ocurre parafrasear a Gabriel Celaya diciendo que “la sonrisa es una arma cargada de futuro”.

Publicado en Diario Lanza el 12 de Marzo de 2009

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