ESPIRALES ELÍPTICAS
Danzad, Danzad, MalditosFrancisco Chaves Guzmán
La pareja de baile que más resista
sobre la pista ganará un premio en metálico, por lo que varios cientos de
menesterosos acuden allí con la esperanza, al menos, de comer gratis, mientras
miles de espectadores abarrotan las gradas para disfrutar del espectáculo. Del sufrimiento
como espectáculo. Este es el telón de fondo de la película “Danzad, Danzad,
Malditos”, que Sydney Pollak rodó en 1969.
El título original era “¿Acaso No
Matan A Los Caballos?”, el mismo que el de la novela de Horace McCoy en que
está basada, haciendo referencia a que un tiro de gracia era un favor que bien
podía dispensarse a los participantes según caían eliminados. Eso, al menos, es
lo que pensaban los promotores del maratón de baile y muchos de los satisfechos
espectadores cada vez que uno de los danzarines se derrumbaba entre sollozos
después de varios días de vueltas y más vueltas al son que marcaba la música.
Derrengados, asfixiados,
acalambrados, los competidores se arrastraban bajo la mirada implacable y cruel
del público devorador de hamburguesas y zarzaparrilla que aullaba e insultaba,
deseoso de asistir al último suspiro de cualquiera de ellos. Porque esos
muchachos y muchachas, que daban vueltas y más vueltas, soñaban con un
improbable premio que les concediese un aplazamiento en su pavorosa caída. Y
para ello estaban dispuestos a afrontar calamidades tan grandes como las que ya
soportaban.
¿Verdad que no entran ganas de ver
la película ni de leer la novela? Pues se equivocan, porque es preciso aprender
a vomitar. Aprender a levantarse airado, aprender a gritar, aprender a tomar
decisiones. Porque la decisión mayor estriba en la alternativa entre tomar
decisiones o dar vueltas y más vueltas para solaz de los espectadores. Sin
olvidar que la estructura formal de la película es verdaderamente admirable,
tanto por su ritmo como por su puesta en escena.
Y porque un mundo en el que la
libertad está siendo sustituida por un sucedáneo con lucecitas multicolores
necesita de un escalofrío que nos haga reaccionar y ser capaces de dilucidar
quién está interesado en darnos gato por liebre, qué métodos emplea para
conseguirlo y cuáles son las salidas que nos quedan.
Publicado en Diario Lanza, de Ciudad Real, el 20 de Octubre de 2014