lunes, 20 de octubre de 2014

Danzad, Danzad, Malditos


ESPIRALES ELÍPTICAS
         Danzad, Danzad, Malditos
                                           Francisco Chaves Guzmán

            La pareja de baile que más resista sobre la pista ganará un premio en metálico, por lo que varios cientos de menesterosos acuden allí con la esperanza, al menos, de comer gratis, mientras miles de espectadores abarrotan las gradas para disfrutar del espectáculo. Del sufrimiento como espectáculo. Este es el telón de fondo de la película “Danzad, Danzad, Malditos”, que Sydney Pollak rodó en 1969.
 

 

            El título original era “¿Acaso No Matan A Los Caballos?”, el mismo que el de la novela de Horace McCoy en que está basada, haciendo referencia a que un tiro de gracia era un favor que bien podía dispensarse a los participantes según caían eliminados. Eso, al menos, es lo que pensaban los promotores del maratón de baile y muchos de los satisfechos espectadores cada vez que uno de los danzarines se derrumbaba entre sollozos después de varios días de vueltas y más vueltas al son que marcaba la música.
            Derrengados, asfixiados, acalambrados, los competidores se arrastraban bajo la mirada implacable y cruel del público devorador de hamburguesas y zarzaparrilla que aullaba e insultaba, deseoso de asistir al último suspiro de cualquiera de ellos. Porque esos muchachos y muchachas, que daban vueltas y más vueltas, soñaban con un improbable premio que les concediese un aplazamiento en su pavorosa caída. Y para ello estaban dispuestos a afrontar calamidades tan grandes como las que ya soportaban.
            ¿Verdad que no entran ganas de ver la película ni de leer la novela? Pues se equivocan, porque es preciso aprender a vomitar. Aprender a levantarse airado, aprender a gritar, aprender a tomar decisiones. Porque la decisión mayor estriba en la alternativa entre tomar decisiones o dar vueltas y más vueltas para solaz de los espectadores. Sin olvidar que la estructura formal de la película es verdaderamente admirable, tanto por su ritmo como por su puesta en escena.
            Y porque un mundo en el que la libertad está siendo sustituida por un sucedáneo con lucecitas multicolores necesita de un escalofrío que nos haga reaccionar y ser capaces de dilucidar quién está interesado en darnos gato por liebre, qué métodos emplea para conseguirlo y cuáles son las salidas que nos quedan.

Publicado en Diario Lanza, de Ciudad Real, el 20 de Octubre de 2014

lunes, 6 de octubre de 2014

Cartas Parisinas


ESPIRALES ELÍPTICAS
                   Cartas Parisinas
                                                                   Francisco Chaves Guzmán

            “Cartas Parisinas” es una recopilación de artículos periodísticos publicados en un Diario francés de provincias entre los años 1895 y 1904, es decir, hace más de un siglo. Cabría preguntarse qué valor puede tener para el lector actual el repaso de estas crónicas, cuando para la mayoría el conocimiento de los hechos sometidos a análisis es meramente nulo o, a lo sumo, noticias de cuyo recuerdo sólo queda una ligera neblina. Pero, muy al contrario de lo que pudiera pensarse, la lejanía nos procura no sólo una perspectiva de su conjunto, sino también una distancia que permite analizarlos desde la reflexión, fuera del fragor de la batalla ideológica del momento.
 
 

             Es bien sabido que su autor, Marcel Schwob, fue un reconocido literato y filólogo, de una prosa candente, alejado tanto de los tristes académicos como de los atrevidos innovadores, de cuya pluma salieron relatos tan deslumbrantes como los de “El Rey De La Máscara De Oro” o  novelas tan sublimes como “La Cruzada De Los Niños”, de la que ya se dio noticia en estas Espirales Elípticas.
               Pero Marcel Schwob fue también un periodista de olfato muy afilado, capaz de bucear en los entresijos de la realidad, sin conformarse jamás con lo evidente, sino rastreando en la parte oculta de los acontecimientos aquello que puede satisfacer tanto a la curiosidad como a la imaginación. Buscando un tipo particular de lector, pues pensaba, como confiesa en sus memorias, que “el lector que no sabe leer entre líneas jamás será un sibarita de los libros”.
            Así pues, el valor de estas columnas periodísticas no puede estribar hoy día en su corrección o falta de corrección política, siempre mediatizadas por la andadura personal, el tiempo histórico en que se vive y la capacidad para tomar distancia. Sino porque parecen escritas en la actualidad y hablan de problemas parecidos a los que hoy soportamos, porque son un grito contra el recorte de las libertades y contra las vejaciones. Dice Marcel Schwob en una de estas columnas: “Francia ha sido el país de la libertad. En pocos años la libertad irá a refugiarse a cualquier otra parte”. Palabras que ahora tendrían que referirse a un espacio geográfico muchos más amplio.

Publicado en Diario Lanza el 6 de Octubre de 2014.