sábado, 20 de junio de 2009

El Museo López Villaseñor, Monumento a lo Universal

ESPIRALES ELÍPTICAS

     Monumento a lo Universal
                                               Por: Francisco Chaves Guzmán

     En la que fue casa natal y residencia renacentista de Hernán Pérez de Pulgar señorea hoy el aristocrático porte de un obrero del lienzo, de un mago de los espacios, de un ensamblador de las pequeñas cosas.
     De la belleza de las pequeñas cosas y de la trascendencia de las ideas grandes. Del gran compromiso. Si Ciudad Real tiene ahora un templo en el que pueden sumergirse las nuevas generaciones de artistas, éste es, sin duda, el Museo Manuel López Villaseñor, desde donde el maestro del trazo y de la composición continúa impartiendo lecciones magistrales, igual que lo hiciera, en vida, como catedrático de la Universidad Complutense.
     Mas sépase que para tener acceso a las enseñanzas de Villaseñor no es necesario poseer un cargamento de muérdago, ese talismán diseñado por los cabalistas para encontrar tesoros ocultos, sino una manera de ver. Porque sus tesoros artísticos no fueron concebidos para solaz de una secta de iniciados — ¡que más quisieran los críticos!— sino para seres sensibles y valientes, que careciesen del miedo que impide enfrentarse cara a cara con la realidad.
     Pues, aún siendo un pintor vanguardista, sus lienzos son de un realismo estremecedor. Villaseñor se enfrentó a la vida, vio la suya y la de los otros, las plasmó en cada una de sus obras a través de un grito desgarrado, cada vez más rotundo y cósmico. Eso explica su evolución de niño prodigio a desvelador de la infamia y de la tristeza.


     Infamia y tristeza. La congelación del instante, la ingravidez del mal, la angustia de los oprimidos, los muros espectrales, la sordidez de las cárceles, la soledad de los perdedores. Todo ello puede encontrarse en sus cuadros, sin tapujos, sin falsas componendas. Esa es la razón por la que hay que armarse de valor para acercarse a las historias que cuenta.
     Incluso en la paz hogareña, último refugio contra la desolación que lo aprisiona, Villaseñor muestra en los bodegones que no hay rosas sin espinas. Y la sutil belleza de las frutas en sazón está contrarrestada por la crueldad de las flores ajadas, marchitas, preludio de la catástrofe inevitable.
     Ahí se forma su paleta siempre rebosante de grises, los ocres desvaídos y mates, los multiplicados ángulos rectos de sus composiciones, el hieratismo decrépito de las figuras que exigen respuestas al espectador. Y los espacios cerrados, las salas de autopsias, la tierra desnuda, los hospitales psiquiátricos, los trenes centroeuropeos de la emigración cargados de humillante hambruna.
     Villaseñor fue un testigo directo, un emisario superdotado, un rescatador de memorias. Que nos invita a un viaje a los infiernos dantescos de la marginación, de la decadencia, de la ruina, de la muerte. De la muerte, tal vez, como liberación de la angustia y del sufrimiento.
     Y lo hace en el contexto de una extraordinaria audacia formal, adquirida con el mestizaje entre el renacimiento italiano y las vanguardias, en su época de estudiante en Roma. Pues Villaseñor es un pintor nacido en La Mancha, pero no un pintor manchego. No en la acepción provinciana que la expresión muchas veces connota. Antes bien, es un ciudadano del mundo, porque sus preocupaciones y sus técnicas van más allá de las fronteras del terruño y se involucran con las emociones que embargan a todos los seres humanos.
     Para quienes han tenido una experiencia enriquecedora lejos de su tierra y de sus vecinos la vuelta es siempre una prueba de amor, pero de un amor no exento de espíritu crítico. Les emociona el olor de los campos, las tonalidades de luz, los sonidos de la noche canicular, los sabores familiares de un guiso, el recuerdo del roce de una piel. Pero les resulta imposible asumir la estructura social de la que una vez se liberaron.
     Por todo ello, cualquier futuro intento de convertir en provinciano a este pintor cosmopolita se dará de bruces con la realidad impactante que brota de sus propios cuadros, guardianes también de su actitud vital y de su idiosincrasia. El Museo López Villaseñor es un monumento a lo universal.

Publicado en Diario Lanza el 18 de Junio de 2009

domingo, 7 de junio de 2009

Alvaro Vielsa, la Pasión de Rodar

ESPIRALES ELÍPTICAS
              La Pasión de Rodar
                                                   Por: Francisco Chaves Guzmán

     Acabo de ver, poniendo toda la atención del mundo, el trabajo Fin de Carrera que Alvar Vielsa ha presentado en la Escuela de Cinematografía de Sevilla. Se trata de dos cortometrajes en los que hay mucho de lo que lleva dentro, pues, a la necesaria pulcritud técnica y estética que la ocasión requería, añade su propia concepción de la sociedad y de las relaciones humanas que en ella se dan. Todo ello con ironía y sin cortarse un pelo. El primero de los cortometrajes, Silencio Se Ruega, es una denuncia de la incomunicación, favorecida por los poderosos y asumida por los ciudadanos. El segundo, Egostatus, constituye una sátira contra la concepción guerrera que se tiene de la competencia en el mundo laboral. Algo desacostumbrado en este tipo de trabajos académicos.
     Y ahora, ¿qué? Alvar Vielsa lo tiene claro: ahora, hacer cine. Igual que tenía claro, cuando se marchó a la Escuela de Cine de Sevilla, que su objetivo no era conseguir el título de director para ponerle un marco, sino aprender las técnicas necesarias que le facilitarían rodar el cine que él deseaba.


     La verdad es que he seguido la trayectoria de Alvar Vielsa desde que era un adolescente, cuando presentó su primer corto. Se trataba de un juguete infantil, como correspondía a sus quince años. Pero un juguete en el que los jurados de varios certámenes cinematográficos se fijaron lo suficiente como para otorgarle diversos premios. Desde entonces, su evolución ha sido constante en la búsqueda de un lenguaje que le permitiese exponer sus concepciones ideológicas y estéticas. Destacan entre sus obras dos largometrajes: La Fundación Del Rey Sabio, documental histórico rodado en 2006; y La Crisálida, drama urbano llevado a la pantalla en 2007. Pero siente especial predilección por el cortometraje La Semilla De Abel, realizado en 2005, al que considera punto de inflexión en su técnica narrativa y primera obra realmente adulta.
     Así pues, este joven director de cine, con un par de docenas de films amasados en su cámara y un saco de premios, se declara luchador y aventurero nato. Yo añadiría que tiene la fuerza de un tigre y la sensibilidad de un gorrión, capaz de destrozar las jaulas que imponen la censura y la autocensura.
     Otra de sus actividades artísticas es la interpretación, habiendo desarrollado papeles con los más diversos registros en multitud de obras cinematográficas, destacando su papel protagonista en Ensayo General, dirigido por José Luis Margotón. Y también en teatro, donde sus interpretaciones en Baudelaire y La Prisión fueron magníficas. Recuerdo que la primera vez que le vi en un escenario me dejó impactado por la profunda transformación que en él se había producido: los lenguajes kinésico y verbal pertenecían realmente al personaje. Él mismo dice que, como actor, el escenario le ofrece más seguridad y libertad que el plató.
     Perseverante en su concepción del arte, descalifica el cine y el teatro concebidos como narcóticos de multitudes, el imperio ideológico que lo promueve, la utilización del artista como herramienta del engranaje. Pero está seguro de que es posible abrirse paso en la enmarañada selva de intereses: a fuerza de trabajo y de imaginación. La fuerza que se mencionaba unas líneas más arriba. La que le hace ser portavoz de Castilla La Mancha en la Red Nacional de Teatros Alternativos. La que le lleva a asumir la dirección del Festival de Cine de Castilla La Mancha, que tendrá lugar en Ciudad Real el próximo otoño.
     Hablar de Alvar Vielsa es hablar de pasión. En su caso, y parafraseando el título de la mítica película de Ken Russell, la pasión de rodar. Y es que Russell y Pasolini, tan distintos y distantes entre ambos, son las referencias estéticas que él intenta incorporar a su trabajo.
     Referencias que están presentes en su última película, Joven, un ataque frontal contra el egoísmo y el pasotismo, en un guión de su propia cosecha. Película de la que se muestra especialmente orgulloso y que se estrena este viernes en el Teatro de la Sensación.
     El hecho de haber participado junto a él en varios proyectos me ha hecho valorar en su medida a este hombre diligente y capaz, con mucho cine en sus venas, con un gran futuro a la altura de sus aptitudes.


Publicado en Diario Lanza el 4 de Junio de 2009